La
baja de la tasa de natalidad a nivel mundial es un fenómeno que ha generado
preocupación en muchos países y comunidades. Hay múltiples factores que
contribuyen a esta tendencia, incluyendo cambios socioculturales, económicos y demográficos.
En
muchos países desarrollados, la baja tasa de natalidad está vinculada a
factores como el aumento de la urbanización, la mayor participación de la mujer
en la fuerza laboral, el acceso generalizado a métodos anticonceptivos y la
postergación del matrimonio y la maternidad debido a la búsqueda de educación y
carrera profesional.
Por
otro lado, en algunas regiones en vías de desarrollo, la disminución de la tasa
de natalidad puede estar asociada a mejoras en la educación y el acceso a la
salud, así como a la urbanización y la transición hacia economías más basadas
en servicios.
A
pesar de que una baja tasa de natalidad puede tener algunos beneficios, como
una menor presión sobre los recursos naturales y una mayor atención y recursos disponibles
para cada niño, también plantea desafíos significativos para la sostenibilidad
de los sistemas de pensiones y de seguridad social, así como para el
crecimiento económico a largo plazo.
En
el caso de nuestro país, el número de nacimientos en el Perú ha disminuido de
forma consecutiva desde el 2012, año en el que se registraron 738,945, un 57%
más que los del 2021, que fueron 318,007, informó el Registro Nacional de
Identificación y Estado Civil (Reniec).
Según
este organismo, entre las causas de esta disminución de los nacimientos se
encuentra un decrecimiento de los matrimonios, puesto que en el 2020 se
inscribieron 44 593 matrimonios, un descenso casi del 50% en comparación con el
2019, con 84 738 registros.
La
biblia dice en Gn. 1:22: “Y Dios los bendijo, diciendo: Fructificad y
multiplicaos, …”. Muchos creen que esto ya no podría ser aplicable ahora porque
consideran que el mundo está sobrepoblado, somos más de 8 mil millones de
habitantes y piensan que los tiempos que vivimos son peligrosos, pero aparte de
esta concepción, muchos jóvenes no ven necesario el matrimonio, ni tener hijos
porque tienen aspiraciones personales, de estudio y emprendimientos y los hijos
en muchos casos son un “impedimento” para dichas realizaciones.
Personalmente
considero que Dios creó a la familia y el matrimonio es hechura suya. Los
conceptos e ideologías modernos tratan de desvirtuarlo y proponer nuevas formas
de convivencia que van en abierta oposición a la voluntad divina. Esto lleva a
que las nuevas generaciones estén confundidas y opten por no casarse ni tener
hijos para luego generar los problemas arriba mencionados.
Abordar
este fenómeno requiere aparte de políticas públicas que fomenten el equilibrio
entre el trabajo y la vida familiar, el acceso a la educación y la salud
reproductiva, así como incentivos económicos para la maternidad y la paternidad,
requiere también de volver al modelo que Dios creó, el matrimonio heterosexual
que si sigue los lineamientos que Él nos dio, pues siempre será bendecido. Finalmente,
considero que es importante promover un diálogo abierto sobre la importancia de
la familia y la crianza de los hijos en la sociedad actual sin desestimar lo
que dicen las Escrituras al respecto y no dejarnos guiar solamente por
criterios ideológicos, filosóficos y/o científicos, pues valgan verdades, en
una sociedad laica o atea es difícil que la tomen en cuenta.
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