Este
miércoles 20 de noviembre, la Comisión de Justicia y Derechos Humanos del
Congreso de la República aprobó el proyecto de ley que legaliza la unión civil
entre dos personas del mismo sexo. Esto nos debe hacer pensar a los cristianos
sobre la importancia de la temática sobre todo cuando vemos que esto
definitivamente tendrá repercusión en las generaciones que vienen.
Dado
que vivimos en una sociedad que normaliza aquello que va en contra de la
voluntad divina, pues lo que pasó el miércoles no es algo que debería
sorprendernos, pero sí preocuparnos. La iniciativa del congresista Alejandro
Cavero finalmente fue aceptada, y se sabe que el abogado dentro del Congreso es
una de las voces fuertes que representa a la comunidad LGTB+. Aunque su
proyecto fue presentado en el año 2022 no fue del todo aceptado por la
comunidad gay por considerarlo con limitaciones, pero Cavero lo defendió “considerando
que podría ser un buen paso para lograr mejorar los derechos LGBT”.
Y
creo que así es, la victoria obtenida esta semana por el colectivo es sólo un
paso a sus pretensiones que son: Que se reconozca la identidad de género de las
personas trans y que se acompañe en los procesos de cambio de nombre en los
documentos de identidad. Que se tenga acceso a servicios de salud integrales y
prioritarios para las personas LGTB+. Que se garantice una vida sin
discriminación y violencia, y que se fortalezca el sistema de registro de casos
de discriminación y violencia. Y claro que también puedan tener libertad de
expresión, de asociación, de reunión pacífica, derecho al trabajo, derecho a la
educación y acceso a la justicia.
Creo
que como personas que son tienen todos los derechos garantizados,
indistintamente de su identidad de género. Es decir, hombres, mujeres, gays,
lesbianas, trans y demás tienen derechos como todos que deben ser respetados y
aquellos que los discriminen, ya que la discriminación es dar trato desigual a
una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, de
sexo, de edad, de condición física o mental, etc, pues deben ser sancionados.
Repito,
nadie les quita sus derechos como personas que son: pueden andar, trabajar,
hacer negocios, ser sujetos de crédito, estudiar y casarse. Sin embargo, no
deja de ser para los cristianos algo preocupante el estilo de vida y las
prácticas que realizan desde el punto de vista moral, y por ende espiritual,
dado que desde la perspectiva de la biblia que es nuestro manual de conducta,
hay cosas que no encajan con ella. Y considero que si la comunidad LGTB+ quiere
que se le reconozca derechos, pues también debe respetar los derechos de los
demás.
Mi
concepción de la vida, por ejemplo, la baso partiendo de la revelación de Dios,
expresada en su palabra. Considero que mi moral y espiritualidad debe encajar
con la voluntad divina y considero que ir en contra de ella me indispone ante
Dios. Es decir, si hago algo que va en contra de la voluntad de Dios a eso se
le llama pecado. Y si Dios condena la homosexualidad, y hay sustento bíblico
para esto último, pregunto ¿una ley humana dada por el Congreso o por quien
fuere, me va a obligar a pensar lo contrario o a irme en contra de la
revelación de Dios? Y si así fuere, entonces ¿esa ley no estaría vulnerando mi
creencia, y por ende, mi derecho a pensar como enseña la biblia?
Y
así como ellos exigen respeto a sus creencias y estilo de vida, tengo todo el
derecho a pedir lo mismo y la ley me tiene que defender cuando veo que mis
derechos están siendo conculcados. En otras palabras “respeto los derechos de
todos y sus creencias, porque también exijo que respeten los míos”. Y esto hay
que tenerlo claro, pues les aseguro que el que consigue que se respeten sus
derechos, se va a empoderar y se va a creer en la posición de discriminar a
otros, en este caso a los creen en Dios. Y esto no es una simple especulación,
porque en países donde a ideología de género ha penetrado fuertemente, a los
cristianos los humillan, los insultan y hasta los agreden físicamente, porque
los consideran como un grupo que promueve “un discurso de odio”. Nada más lejos
de la verdad, porque basamos nuestro estilo de vida en la palabra de Dios, la
biblia que es la única revelación de Dios y por antonomasia, la revelación por
excelencia, pues no existe otra.
En
fin, me apena lo que pasó el día miércoles en el Congreso, y me apena más saber
que a pesar que tenemos congresistas cristianos, parece que brillan por su
ausencia, porque la verdad no he visto a ninguno de ellos pronunciarse sobre
este hecho, es más, ignoro si han hecho algo para contrarrestar el dictamen que
se aprobó. Valgan verdades, los que son llamados verdaderamente a ser “columna
y baluarte de la verdad” no son los políticos, ni siquiera los pocos o muchos
cristianos que tengamos en el Congreso, sino la iglesia de Jesucristo, que es
la que tiene que tomar conciencia de su responsabilidad y su misión aquí en la
tierra: que es predicar el evangelio de Cristo para que las almas se salven de
la esclavitud del pecado y puedan experimentar una vida transformada que vaya
de acuerdo con la voluntad de Dios, a Quien esperamos ayude a nuestro país a
que no se hunda más en la oscuridad del pecado y ayude también a la iglesia
cumplir con su rol de ser “luz y sal” aquí en la tierra.
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