Los grandes avivamientos no solo impactan a la iglesia sino a la sociedad en general. Y como consecuencia disminuye la maldad y empieza a surgir el temor a Dios, el respeto a su palabra, el resurgimiento y la práctica de los valores que ennoblecen al hombre; se detiene la violencia y la injusticia y se combate la corrupción. Es decir el concepto de justicia adquiere una nueva dimensión que se busca establecer.
No es suficiente pensar que los templos se llenen de gente y engañosamente creer que se vive un avivamiento, debe tener su proyección de benéfica influencia en la sociedad que la lleva a que tenga interés de acercarse a Dios.
Requerimos de un despertar espiritual de esta naturaleza? Claro que sí, y qué hace falta entonces? Hace falta una verdadera humillación y reconocimiento de nuestros pecados y un deseo verdadero de cambiar. No hacerlo de labios para afuera, sino de corazón. No fabriquemos despertares ni avivamientos que no impactan a nadie, hagámoslo a la manera de Dios y sigamos su sabio consejo: "si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra", 2 Creo. 7:14.
No hay comentarios:
Publicar un comentario