viernes, 6 de julio de 2018

OFUSCADOS ANTE LAS PRUEBAS



“A ti clamo, oh Dios, pero no me respondes; me hago presente, pero tú apenas me miras. Implacable, te vuelves contra mí; con el poder de tu brazo me atacas. Me arrebatas, me lanzas al viento; me arrojas al ojo de la tormenta. Sé muy bien que me harás bajar al sepulcro, a la morada final de todos los vivientes”, Job. 30:20-23. (NVI)
Quizá muchos de nosotros nos hemos sentido como Job, aquel personaje que consideraba que Dios lo estaba castigando, pero no encontraba razón para ello. Es claro que él no entendía que el Señor lo estaba probando, y deseaba conocer las verdaderas motivaciones de su corazón.
Es difícil poder entender que hay problemas, quebrantos y sufrimientos de diverso tipo e índole que pueden golpearnos siendo creyentes, amantes del único Dios a quien le debemos nuestra salvación y toda nuestra vida, a quien procuramos ser fieles, y que nos parece raro que esté actuando así con nosotros. En realidad, Él no está lejos, no creo que Dios se haya olvidado de ti, sabe tus desventuras, pero está obrando según los propósitos que tiene para con tu vida. Es probable que te preguntes: “¿Por qué yo? Estoy leyendo mi biblia, oro todos los días, voy a la iglesia, doy mi diezmo y le estoy sirviendo, trato de hacer las cosas bien, claro no soy perfecto, pero me esfuerzo en agradarle. Y ahora me viene todo esto”. Más de uno hemos pensado así, pero Dios en su gracia y misericordia nos permite actuar como Job para luego poder revelarse y darnos a entender la razón de todas nuestras contrariedades. Él nos entrena para la eternidad, nos prepara para compartir su gloria con nosotros, es cierto que nos hace pasar por el horno de fuego, pero quiere forjar en nosotros un carácter santo y especial para sus planes.
Si renunciaste a ti mismo y dejaste tu vida en sus manos entonces eres consciente de que Él te perfeccionará y usará para su gloria, a menos que entiendas esto, pues de tus labios sólo saldrán quejas y hasta pensarás alejarte de Él, pero no lo hagas, mantente firme, sé constante en tu comunión con Él. Personalmente he aprendido que cuando paso problemas y dificultades puedo acercarme más a Él, depender de Él y conocerlo mejor. Y si nunca me abandonó, pues tampoco lo hará contigo si te mantienes unido y fiel a Él.
Job al final de su prueba cuando Dios le habló pudo decir: De oídas había oído hablar de ti, pero ahora te veo con mis propios ojos. Por tanto, me retracto de lo que he dicho, y me arrepiento en polvo y ceniza”, Job. 42.5. El que atravesó la dura prueba hablará así, el que no sólo se quejará. No seas como el pueblo de Israel en el desierto que murmuraba ante la prueba, sé como Moisés, como Josué y como aquellos hombres de Dios que supieron comprender que Dios no sólo usa lo bueno, sino también lo malo para bendecirnos, y así como el apóstol Pablo puedas decir también: “Ahora bien, sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, los que han sido llamados de acuerdo con su propósito”, Ro. 8:28.

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