En la
Biblia, Dios no se presenta como el autor de la miseria o la escasez, sino como
un Padre proveedor, lleno de amor y cuidado por sus hijos. Sin embargo, Él
puede permitir ciertas situaciones de necesidad para enseñarnos, corregirnos o
moldear nuestro carácter.
Veámoslo con
más detalle
1. Dios
es proveedor, no empobrecedor
“Jehová es
mi pastor; nada me faltará.” — Salmo 23:1
“Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria
en Cristo Jesús.” — Filipenses 4:19
Desde el
principio, Dios estableció un orden de abundancia y provisión. La pobreza no
fue parte del diseño original de la creación; vino como resultado del pecado,
la desobediencia y la ruptura de la comunión con Él (Génesis 3).
2. La
pobreza puede ser consecuencia de principios violados
A veces la
pobreza no es una maldición divina, sino el resultado natural de:
·
Falta
de sabiduría en la administración (Proverbios 21:20)
·
Pereza
o falta de diligencia (Proverbios 6:6–11)
·
Malas
decisiones o injusticia social (Proverbios 13:23)
Dios
estableció principios de trabajo, siembra y cosecha; cuando estos se ignoran,
las consecuencias son reales.
3. Dios
puede usar la necesidad como escuela espiritual
A veces Dios
permite etapas de escasez para probar la fe o enseñar dependencia.
“Y te
afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná... para hacerte saber
que no sólo de pan vivirá el hombre.” — Deuteronomio 8:3
Es decir, la
pobreza puede ser un medio pedagógico, no un fin. Dios no desea que vivamos en
miseria, sino que aprendamos a confiar en Él antes de prosperar.
4. El
propósito de Dios es bendecir para bendecir
“Acuérdate
de Jehová tu Dios, porque él te da el poder para hacer las riquezas.” — Deuteronomio
8:18
La
prosperidad en la Biblia no es solo tener dinero, sino tener suficiencia en
todo para hacer el bien. La riqueza sin propósito no glorifica a Dios, pero la
provisión que fluye hacia otros sí.
En resumen:
·
No,
la pobreza no viene de Dios.
·
Puede
ser resultado de causas humanas o sociales.
·
Puede
ser permitida por Dios con un propósito redentor.
·
El
deseo de Dios es que vivamos con provisión, gratitud y generosidad.
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