jueves, 30 de octubre de 2025

¿SE PUEDE SER UN DISCÍPULO DE CRISTO SIN RENUNCIAR?

 


Muchos desean seguir a Cristo, pero pocos entienden lo que eso realmente implica. En tiempos de Jesús, las multitudes lo seguían por los milagros, por el pan y los peces, por la esperanza de un cambio visible. Pero cuando Jesús habló de renuncia, muchos se apartaron.

Lucas 14:26-27: “Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida, no puede ser mi discípulo.

Y el que no lleva su cruz y viene en pos de mí, no puede ser mi discípulo.”

Estas palabras no son una invitación ligera. Jesús deja claro que seguirle implica dejar atrás todo lo que ocupa su lugar en el corazón. No se trata de odiar literalmente a la familia, sino de poner a Cristo por encima de todo vínculo, deseo o interés personal.

✝️ Renunciar no es perder, es ganar

Renunciar a sí mismo no es un castigo, es una transformación. Jesús dijo: “El que quiera venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame.” (Lucas 9:23)

Negarse a sí mismo significa dejar de vivir bajo los dictados del ego, del orgullo, del pecado. Muchos quieren a Cristo como Salvador, pero no como Señor. Desean el cielo, pero sin cruz. Buscan bendiciones, pero no obediencia.

Pero no hay discipulado sin renuncia. No se puede caminar en la luz mientras se abraza la oscuridad. No se puede servir a dos señores (Mateo 6:24). El verdadero discípulo deja el viejo hombre para vestir al nuevo, creado según Dios en justicia y santidad (Efesios 4:22-24).

🔥 Renunciar es el principio del verdadero seguimiento

Pedro lo entendió cuando dijo: “He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido.(Mateo 19:27)

Y Jesús respondió que nadie que haya dejado casa, familia o posesiones por causa del Evangelio quedará sin recompensa (Mateo 19:29). La renuncia tiene precio, pero también tiene promesa.

No, no se puede ser discípulo de Cristo sin renunciar. Seguirle implica morir al yo, al pecado, al mundo y a todo aquello que impida que Cristo reine en nuestro corazón.

El discipulado no se mide por palabras, sino por decisiones. Y cada día, el verdadero seguidor de Jesús vuelve a decir: “Señor, no mi voluntad, sino la tuya.” (Lucas 22:42)

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