lunes, 27 de octubre de 2025

PENSAR POSITIVAMENTE O PENSAR BÍBLICAMENTE



 Vivimos en una época en la que se habla mucho del poder del pensamiento positivo. Libros, conferencias y programas de autoayuda repiten la misma idea: “si piensas bien, te irá bien”; “declara lo que quieres y el universo conspirará a tu favor”.

Sin embargo, aunque estas frases parecen alentadoras, esconden un error fundamental: ponen al hombre en el centro y excluyen a Dios.

El pensamiento positivo, desde el punto de vista secular, se basa en la autoconfianza y en el poder de la mente humana. Se enseña que si una persona se mantiene optimista, evita pensamientos negativos y se enfoca en lo bueno, atraerá cosas buenas a su vida.

No podemos negar que una actitud optimista puede mejorar nuestro ánimo y ayudarnos a enfrentar las dificultades con mayor serenidad. Pero el creyente no se guía por la mente humana, sino por la Palabra de Dios, que es la verdad eterna.

El apóstol Pablo nos exhorta:

“Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.” (Filipenses 4:8)

El pensamiento positivo busca cambiar la realidad con declaraciones humanas; el pensamiento bíblico busca entender la realidad a la luz de la Palabra.

El pensamiento positivo dice: “Yo puedo lograrlo todo”.

El pensamiento bíblico responde: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).

El pensamiento positivo confía en la mente; el pensamiento bíblico confía en el Espíritu Santo, quien renueva nuestra mente para pensar como Cristo.

Por eso Pablo también dice: “Renovaos en el espíritu de vuestra mente” (Efesios 4:23).

Esa renovación no proviene de técnicas de motivación, sino del poder transformador de la verdad divina.

Mientras el pensamiento positivo busca evitar lo negativo, el pensamiento conforme a la Palabra de Dios enfrenta las pruebas con fe.

José, cuando fue vendido como esclavo, no negó su dolor, pero confió en que Dios tenía un propósito mayor.

David, cuando fue perseguido por Saúl, no declaró “todo está bien”, sino que clamó al Señor y esperó en Él.

Pablo, preso en una cárcel romana, no se engañó con frases optimistas; escribió cartas llenas de gozo porque su esperanza estaba en Cristo, no en las circunstancias.

LA DIFERENCIA ES CLARA:

Pensamiento Positivo:  Se centra en uno mismo

Pensar Bíblicamente: Se centra en Dios

Pensamiento Positivo: Declara sin fe

Pensar Bíblicamente: Declara conforme a la Palabra

Pensamiento Positivo: Evita el sufrimiento

Pensar Bíblicamente: Encuentra propósito en el sufrimiento

Pensamiento Positivo: Busca éxito personal

Pensar Bíblicamente:  Busca la voluntad de Dios

Pensamiento Positivo:  Controla las circunstancias

Pensar Bíblicamente:  Confía en la soberanía divina

El verdadero creyente no necesita “pensar positivo” al estilo del mundo. Necesita pensar con fe, es decir, pensar conforme a la verdad de Dios.

No se trata de negar la realidad, sino de verla con los ojos de Cristo. Cuando nuestra mente se llena de Su Palabra, los temores se disipan, la esperanza crece y la fe se fortalece.

“Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dice Jehová.” (Isaías 55:8)

ORACIÓN FINAL:

Señor, enséñanos a pensar conforme a Tu Palabra y no según las filosofías del mundo. Renueva nuestra mente cada día para que veamos la vida con los ojos de la fe. Ayúdanos a confiar en Ti aun cuando las circunstancias sean adversas, sabiendo que Tus planes son buenos y perfectos. En el nombre de Jesús, amén.

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