martes, 28 de octubre de 2025

LA SIMONÍA MODERNA

 


“Entonces Simón les ofreció dinero, diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo. Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero.” — Hechos 8:18-20

1. La vieja práctica con rostro nuevo

Durante la Edad Media, la simonía —el intento de comprar cargos eclesiásticos— fue una práctica común. Pero aunque el tiempo ha pasado, el espíritu de Simón el mago sigue presente hoy, disfrazado en nuevas formas dentro del ámbito religioso.

No siempre se trata de dinero: hoy se “compra” influencia con regalos, favores, promesas o conexiones humanas.

Es triste ver cómo en algunos lugares los cargos no se otorgan por llamado ni por mérito espiritual, sino por conveniencia, amistad o presión. Y lo más grave: se hace creer que fue Dios quien eligió a esa persona, cuando en realidad fue el resultado de decisiones humanas manipuladas.

“Porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.” — 1 Samuel 16:7

2. El peligro de confundir la voluntad de Dios con los intereses humanos

Cuando la iglesia comienza a justificar los favoritismos bajo el nombre de “la voluntad de Dios”, cae en una forma peligrosa de engaño espiritual.

El Señor nunca aprueba la injusticia ni la hipocresía. Los líderes que ascienden por influencia humana pueden sostenerse un tiempo, pero tarde o temprano la luz revela toda obra oculta.

“Todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego.” — Mateo 7:19

“No os engañéis; Dios no puede ser burlado.” — Gálatas 6:7

Dios levanta siervos conforme a Su corazón, no conforme a las preferencias humanas. Cuando el hombre interviene con intereses, interrumpe el orden divino y contamina el testimonio de la iglesia.

3. Recomendaciones para la iglesia de Cristo:

a. Restaurar la integridad en el servicio.

Los cargos no son premios ni posiciones de poder, sino responsabilidades sagradas. Que cada nombramiento sea guiado por oración y discernimiento del Espíritu Santo.

b. Evitar el favoritismo.

La Biblia enseña:  “Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas.” — Santiago 2:1

c. El favoritismo destruye la unidad del cuerpo de Cristo.

Recordar que el don de Dios no se compra.

La autoridad espiritual no depende de títulos ni posiciones, sino de la comunión con el Espíritu Santo.

“No por fuerza, ni con ejército, sino con mi Espíritu, ha dicho Jehová de los ejércitos.” — Zacarías 4:6

d. Enseñar transparencia y rendición de cuentas.

Las decisiones eclesiásticas deben ser tomadas en oración, consejo y con claridad ante la congregación, evitando toda apariencia de manipulación.

e. La honra es de Dios, no del hombre

La simonía moderna no solo se manifiesta cuando alguien ofrece dinero, sino también cuando el hombre quiere decidir por Dios quién merece estar en un lugar de autoridad. Pero la verdadera unción no se compra ni se hereda: se recibe del cielo.

“De gracia recibisteis, dad de gracia.” — Mateo 10:8

Que el Espíritu Santo nos guarde de toda corrupción disfrazada de espiritualidad, y que cada ministerio, cargo o servicio en la iglesia sea fruto del llamado genuino de Dios y no de la voluntad del hombre

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