En muchas iglesias hoy se observa un fenómeno preocupante: la manipulación psicológica disfrazada de espiritualidad. Se usan emociones, promesas, temores o incluso la culpa para obtener obediencia o dinero de las personas. Y aunque los métodos parezcan “piadosos”, el fondo revela una estrategia humana, no divina.
La Biblia enseña que “Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:7), no al que da por presión o manipulación. Cuando se usa la Palabra de Dios como herramienta de control o beneficio personal, se está pervirtiendo su propósito. El Señor Jesús nunca manipuló a nadie para seguirle; Él hablaba la verdad, y cada persona decidía libremente responder.
La manipulación espiritual es peligrosa porque sustituye la voz del Espíritu Santo por la voz del hombre. Hace que la gente obedezca por miedo o emoción, en lugar de por convicción y amor a Dios. Detrás de muchos discursos aparentemente “ungidos”, puede haber una intención oculta: obtener poder, admiración o dinero.
La verdadera obra del Espíritu produce libertad, no control. “Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2 Corintios 3:17). Si algo oprime, culpa o manipula, no viene de Dios.
Por eso, como creyentes, debemos estar vigilantes. El discernimiento espiritual no es desconfianza, sino sabiduría. No todo lo que se hace en nombre de Dios tiene su aprobación. El Señor busca corazones sinceros, no seguidores ciegos.
Recordemos: el Evangelio no necesita manipulación, porque la verdad por sí misma tiene poder.
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