“Maldito el que hiciere indolentemente la obra de Jehová...” — Jeremías 48:10
En toda generación, Dios levanta hombres y mujeres con un llamado santo: pastorear su grey, velar por las almas, y guiar con ejemplo, palabra y acción. Pero existe un peligro silencioso que puede arruinar la eficacia del ministerio: la ociosidad del pastor.
El pastor ocioso no necesariamente es un pecador visible, sino uno que ha dejado de esforzarse, que se acomoda en su posición, que vive del título pero no cumple la función. Espera que otros hagan lo que él debe hacer: visitar, orar, enseñar, servir, evangelizar. Se apalanca en su liderazgo para delegar lo esencial y reservarse lo superficial.
Mientras tanto, el pueblo languidece espiritualmente. Las ovejas no son atendidas, los enfermos no son visitados, los nuevos creyentes se enfrían, y los perdidos no escuchan el mensaje de salvación.
Jesús, el Buen Pastor, dijo: “El buen pastor su vida da por las ovejas” (Juan 10:11).
Pero el pastor ocioso no da su vida, sino que busca su comodidad. Se entretiene en “asuntos triviales” —reuniones sin propósito, conversaciones vacías, actividades que solo llenan el tiempo pero no el corazón--. Olvida que fue llamado a servir, no a ser servido.
LOS PELIGROS DE SER PASTOR OCIOSO:
Pierde su autoridad espiritual. Las ovejas no siguen a quien no trabaja.
Apaga el fuego del Espíritu. La pereza espiritual es enemiga de la unción.
Abre la puerta a la crítica y al tropiezo. Un pastor que no guía, confunde al rebaño.
Se convierte en un obstáculo para el crecimiento de la iglesia. Donde el líder no se mueve, el cuerpo se paraliza.
El apóstol Pablo fue ejemplo contrario a esto: “En trabajo y fatiga, en muchos desvelos...” (2 Corintios 11:27).
Pablo no descansó mientras había almas que salvar. Entendió que el ministerio no es un trono, sino una cruz.
Por eso, todo pastor debe examinarse:
¿Estoy siendo diligente en la obra de Dios?
¿Estoy sirviendo con pasión o sobreviviendo en la rutina?
¿Estoy delegando lo que debo encarnar?
Dios no bendice la pasividad disfrazada de prudencia. El Señor busca obreros activos, vigilantes, sensibles al Espíritu. Pastores que lloren, oren, visiten, prediquen, enseñen y den ejemplo en todo.
Oración final:
Señor, líbrame de la ociosidad espiritual.
No permitas que me acomode en la posición que me diste. Renueva mi pasión por tu obra y dame fuerzas para servirte con todo mi corazón.
Hazme un pastor conforme a tu corazón, diligente, fiel y fervoroso en espíritu. En el nombre de Jesús, amén.
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