La Biblia declara con absoluta firmeza que “sin fe es imposible agradar a Dios”. No dice “difícil”, ni “complicado”, ni “poco probable”. Dice imposible. Esto nos revela que la fe no es un accesorio espiritual, sino el corazón de toda relación con Dios.
Hebreos 11:6 continúa diciendo que “es necesario que el que se acerca a Dios crea que Él existe”.
La fe es ese primer paso que reconoce que Dios es real, presente y soberano. Nadie puede acercarse a Él desde la incredulidad. La fe abre la puerta; la duda la mantiene cerrada.
A Dios le agrada la fe porque demuestra confianza en Su carácter. Confiar en Él es decir:
“Creo que tu palabra es verdad.”
“Creo que tus planes son mejores que los míos.”
“Creo que aunque no entiendo, Tú sí sabes.”
La incredulidad es una acusación silenciosa que dice: “No confío en ti”. Pero la fe es una adoración invisible que dice: “Dependo de ti”.
En Hebreos 11 vemos que todos los héroes de la fe no solo creyeron… hicieron. Noé construyó el arca porque creyó. Abraham salió sin saber a dónde iba porque confió. Moisés enfrentó a Faraón porque Dios le habló.
La fe verdadera siempre produce acción. Es imposible agradar a Dios sin fe porque sin fe nadie obedecería.
Hebreos 11:6 termina diciendo que Dios “es galardonador de los que le buscan”. La fe atrae las promesas de Dios. No es magia, es relación.
Dios recompensa la fe porque la fe honra a Dios, y Dios honra a los que le honran. No es tu fuerza, ni tu talento, ni tus logros lo que más agrada a Dios. Lo que más agrada a Dios es que le creas.
Cuando confías en Él en medio de lo incierto, Dios sonríe. Cuando sigues adelante aunque no ves el camino, Dios se mueve. Porque la fe conecta tu necesidad con su poder.
Si quieres agradar a Dios, no necesitas ser perfecto, ni saberlo todo, ni tener grandes títulos. Solo necesitas fe, porque la fe: abre la puerta, honra a Dios, mueve su mano, y sostiene tu vida. La fe es la llave del corazón de Dios.
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