El ser humano carga con temores que a menudo silencian la fe: miedo al fracaso, a la quiebra, al desempleo, a la pobreza, a la enfermedad, y por último, el temor más profundo: la muerte. Estos temores son reales, y aun el creyente más maduro los ha sentido alguna vez. No son señal de falta de espiritualidad, sino una muestra de nuestra humanidad. Pero la clave está en no permitir que tales temores nos gobiernen.
La Biblia nos recuerda constantemente que no fuimos llamados a vivir esclavizados por el miedo, sino a caminar sostenidos por la certeza de que Dios tiene el control absoluto de nuestra vida.
El miedo al fracaso se disipa cuando recordamos que nuestra verdadera victoria está en hacer la voluntad de Dios, no en cumplir estándares humanos.
El miedo a la quiebra o la pobreza pierde fuerza cuando comprendemos que “mi Dios suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19). Dios no está limitado por la economía, los mercados, ni los recursos visibles.
El miedo al desempleo se transforma cuando vemos que nuestra provisión no depende de un empleador, sino del Proveedor eterno, quien abre puertas donde no existen y crea caminos donde parece que no hay salida.
El miedo a la enfermedad es real, pero no mayor que el poder de aquel que es Jehová Rafa, el Señor nuestro Sanador, quien sostiene nuestra salud física y fortalece nuestra salud espiritual.
Y el miedo a la muerte, el más profundo de todos, pierde su aguijón cuando recordamos que Cristo venció la muerte, y que para el creyente “el vivir es Cristo y el morir es ganancia” (Filipenses 1:21).
Dios determinó nuestros días antes que existiera el primero (Salmo 139:16). Nada ni nadie puede adelantar ni retrasar el tiempo que Él estableció para nosotros.
Por eso, aunque los temores se presenten, no pueden gobernarnos, porque nuestra vida no está sujeta al azar, a las circunstancias o al enemigo, sino al Dios soberano que controla todo.
No temas. No estás solo.
Dios no te trajo hasta aquí para abandonarte. Él conoce tus luchas, tus inquietudes, tus noches en vela y tus pensamientos silenciosos.
Él sostiene tu futuro, cuida tu presente y sanó tu pasado.
Aférrate a sus promesas.
Descansa en su fidelidad.
Camina sabiendo que Dios va delante de ti, te acompaña y también te respalda.
Donde termina tu fuerza, comienza la de Él.
Y en sus manos, siempre estarás seguro.
📚Amado hermano, si esta reflexión ha traído paz y esperanza a tu corazón, quiero animarte a seguir fortaleciendo tu vida espiritual. Te invito a adquirir mi libro “ALIENTO DEL CIELO”, un devocional preparado con oración y dedicado a ministrar tu alma cada día.
Solicita el libro aquí: https//wa.me/+51978190918
Que el Señor use estas páginas para renovar tus fuerzas y recordarte que Él siempre camina contigo.

No hay comentarios:
Publicar un comentario