sábado, 22 de noviembre de 2025

LA FE QUE RESISTE EN MEDIO DEL FUEGO



La persecución de cristianos en Sudán

La realidad que viven los cristianos en Sudán es una de las más duras del mundo. Estadísticas recientes revelan que más de 2 millones de creyentes viven bajo una presión extrema; más de 150 iglesias han sido atacadas o dañadas (Open Doors), y la guerra civil ha desplazado a más de 8 millones de personas, entre ellos miles de cristianos que han perdido hogares, templos y comunidades. Las cifras son frías, pero detrás de ellas hay vidas, familias, lágrimas y una fe que se niega a morir.

La persecución no es solo un conflicto político o religioso: es una prueba espiritual profunda. Los cristianos, especialmente aquellos que han dejado el islam para seguir a Cristo, enfrentan rechazo familiar, violencia, amenazas y la pérdida de sus derechos. Muchos han visto sus iglesias quemadas, sus casas destruidas y sus comunidades dispersas. Y aun así… siguen creyendo.

Este testimonio nos recuerda lo que dijo el apóstol Pablo: “Todos los que quieren vivir piadosamente en Cristo Jesús padecerán persecución” (2 Timoteo 3:12).

No es una posibilidad, es una realidad. Pero también es una promesa: la fe verdadera se prueba en el fuego y se fortalece en él.

Los cristianos en Sudán viven hoy lo que la Iglesia primitiva vivió en el libro de los Hechos. No tienen templos seguros, pero tienen un Cristo seguro. No poseen libertad religiosa, pero viven en la libertad interior del Espíritu. No tienen garantías humanas, pero descansan en las promesas eternas.

Jesús lo dijo con claridad: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).

Esa palabra es la que sostiene a nuestros hermanos sudaneses cuando nadie más puede hacerlo.

Su fe nos confronta. Mientras en algunos lugares la comodidad debilita la vida espiritual, en Sudán la dificultad la fortalece. Donde se quiere apagar la luz, la luz brilla con más fuerza. Donde la iglesia es perseguida, la iglesia se vuelve más semejante a Cristo.

La persecución nunca ha destruido a la Iglesia.

Al contrario, la ha purificado, consolidado y extendido.

Esta es la historia del cristianismo… y Sudán es hoy un capítulo vivo de esa historia. Por eso, como dice Hebreos 13:3: “Acordaos de los presos, como si vosotros estuvierais presos con ellos…”

No podemos cerrar los ojos; no podemos dejar de orar, interceder y levantar la voz por aquellos que hoy caminan por el valle de sombra de muerte, pero que no temen mal alguno porque Cristo está con ellos.

Que su testimonio nos inspire a vivir una fe más firme, más profunda y más comprometida.

Y que la sangre de los mártires, las lágrimas de los perseguidos y la perseverancia de los fieles en Sudán nos recuerden que el Reino de Dios sigue avanzando, incluso —y especialmente— en los lugares donde se intenta detenerlo.

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