sábado, 8 de noviembre de 2025

CUANDO EL SERVICIO SE CONVIERTE EN AMBICIÓN

 


Vivimos días en los que muchos anhelan ocupar cargos públicos: presidentes, congresistas, senadores, alcaldes. Cada temporada electoral se levanta una multitud de aspirantes que dicen amar al Perú y querer servirlo. Pero al mirar con detenimiento, descubrimos que no pocos de ellos solo buscan servirse del Perú, y no servir al Perú.

La política se ha convertido, para muchos, en un medio de enriquecimiento, fama o poder. Ya no se exige integridad, sino influencia; no se valora la honestidad, sino la habilidad para prometer. Cualquiera puede entrar en política si tiene recursos, contactos o notoriedad, aunque carezca de principios morales o espirituales.

El resultado es un país cansado, decepcionado y confundido. Vemos corrupción, promesas rotas, leyes injustas, y un pueblo que sufre mientras algunos prosperan a costa de los demás.

Pero esto no debería sorprendernos, porque la Biblia dice: “Cuando los justos gobiernan, el pueblo se alegra; pero cuando gobierna el impío, el pueblo gime.” (Proverbios 29:2)

Cuando los impíos gobiernan, el pueblo sufre. Pero cuando los justos —hombres y mujeres con temor de Dios— son puestos en autoridad, la nación prospera. El problema no está solo en la política, sino en el corazón humano. Porque donde hay egoísmo, habrá abuso; donde hay ambición, habrá injusticia; pero donde reina el amor de Dios, florece la verdad y la justicia.

PELIGROS DE ESTA SITUACIÓN:

La corrupción se normaliza: lo malo se vuelve costumbre, y la conciencia se adormece.

El pueblo pierde la fe en toda autoridad, y reina la desconfianza.

Se debilitan los valores, porque se deja de creer en la verdad y la rectitud.

El egoísmo se impone, y cada uno busca “salvarse solo”, olvidando al prójimo.

COMO IGLESIA QUÉ DEBEMOS HACER:

Oremos por nuestra nación y sus autoridades, para que Dios tenga misericordia del Perú.

Pidamos líderes con temor de Dios, que entiendan que gobernar es servir, no aprovecharse.

Eduquemos con valores cristianos, para formar generaciones que amen la verdad y la justicia.

Votemos con discernimiento, no por simpatía, sino buscando integridad y buen testimonio.

Seamos luz y sal, cada uno desde su lugar, mostrando que solo en Cristo hay esperanza y transformación.

El Perú no cambiará con más leyes o con nuevos políticos, sino con corazones transformados por el Espíritu de Dios.

Solo cuando Cristo reine en los corazones, reinará también la justicia en la nación.

“Bienaventurada la nación cuyo Dios es Jehová, el pueblo que Él escogió como heredad para sí.” (Salmo 33:12)

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