miércoles, 29 de octubre de 2025

PASTORES RICOS EN DINERO, PERO POBRES EN ESPÍRITU

 


Vivimos tiempos en los que muchos se hacen llamar pastores, pero su verdadero interés no es cuidar las ovejas, sino esquilarlas. Con palabras dulces y promesas vacías, manipulan la fe de los ingenuos para llenar sus bolsillos. Dicen hablar en nombre de Dios, pero sus obras los delatan. Son lobos vestidos de ovejas, que usan el altar como negocio y el evangelio como mercancía.

El apóstol Pedro advirtió: “Y por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas...”

(2 Pedro 2:3)

Estos falsos siervos no buscan el Reino de Dios, sino su propio reino. Prometen prosperidad a cambio de dinero, ofrecen milagros a cambio de ofrendas, y enseñan que la bendición se compra. Pero olvidan que la verdadera riqueza no está en lo material, sino en la presencia de Dios.

Jesús dijo: “Nadie puede servir a dos señores... No podéis servir a Dios y a las riquezas.” (Mateo 6:24)

Ser un pastor pobre, pero honrado y temeroso de Dios, vale más que tener millones y vivir lejos de la verdad. El verdadero siervo no busca fama ni fortuna, sino almas para Cristo. Su tesoro está en el cielo, no en una cuenta bancaria.

Que cada uno examine su corazón. El llamado al ministerio no es un camino de lucro, sino de servicio, sacrificio y amor.

Dios no busca manos que se extienden para recibir dinero, sino corazones que se entregan por amor a las almas.

“Apacentad la grey de Dios... no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto.”

(1 Pedro 5:2)

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