La
situación del predicador que predica sin que nadie le haga caso es una que se
refleja en diversas partes de la Biblia y que, en muchos aspectos, continúa
siendo relevante en la vida contemporánea. Cuando alguien está llamado a
predicar la Palabra de Dios o a compartir una verdad importante, puede
experimentar la frustración y la desilusión cuando su mensaje no es recibido.
Una
reflexión bíblica sobre esta situación podría basarse en el relato de Jeremías,
un profeta del Antiguo Testamento que enfrentó la resistencia y la indiferencia
de su propio pueblo. A pesar de que Jeremías fue fiel a su llamado y entregó el
mensaje que Dios le dio, enfrentó oposición y desprecio por parte de los
líderes religiosos y del pueblo en general.
En
Jeremías 20:9, el profeta expresa su desaliento diciendo: "Pero yo
dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su nombre; no obstante, había
en mi corazón como un fuego ardiente metido dentro de mis huesos; traté de
sufrirlo, y no pude." A pesar de las dificultades y la falta de
respuesta, Jeremías no pudo contener la pasión que sentía por la palabra de
Dios.
Esta
reflexión nos invita a considerar la importancia de la fidelidad a la llamada
que Dios nos ha dado, incluso cuando no vemos resultados tangibles. Puede ser
tentador desanimarse cuando parece que nuestro mensaje no es escuchado o
valorado, pero debemos recordar que nuestra responsabilidad es obedecer y dejar
los resultados en manos de Dios.
Una
de las cosas que ayudará al predicador es que si es consciente y está
convencido que Dios lo llamó a servirle, pues esto lo mantendrá siempre firme y
solícito a seguir con el encargo. Sin duda, que sabe a los problemas y
dificultades que enfrentará y dependiendo del contexto en que se encuentre,
pues sabe también que por ser un servidor de Cristo, su vida misma puede estar
en peligro.
Este
sagrado oficio no puede ser hecho en el esfuerzo meramente humano, se requiere
siempre de la ayuda de Dios, así el predicador será testigo del poder divino obrando
a través suyo y quedará satisfecho cuando vea que Dios corona su labor con las
almas que llegarán rendidas a los pies de Cristo.
En
última instancia, el propósito de predicar no es solo que la gente nos escuche
o nos reconozca, sino obedecer a Dios y confiar en que Él usará nuestro
testimonio para su gloria, aunque no lo veamos de inmediato. Así como Jeremías
siguió siendo fiel a pesar de la oposición, nosotros también debemos perseverar
en la fe y continuar compartiendo el mensaje de amor y verdad que Dios nos ha
confiado, confiando en que Él cumplirá su propósito a través de nosotros.
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