sábado, 23 de mayo de 2020

EVANGELIO SIN IRA



Todos los días veo las malas noticias y todos los días vemos los ataques al gobierno, como si Vizcarra fuera el causante de esta pandemia. No voté por él y quizá no lo hubiera hecho tampoco, pero no quiero ser ligero al criticarlo, estoy seguro que nadie se pondrá en sus zapatos en esta coyuntura, quizá el que lo haga tal vez lo haga mejor o peor que él. El descontento de la gente es abrumador, pero no falta quienes entienden que estamos peleando contra un mal desconocido, virus o bacteria que está llevándose diariamente a miles de personas.
No sabemos cuánto tiempo durará esto, no sabemos la amplitud del daño que ocasionará, en vidas humanas y en términos económicos, y encontramos diversas opiniones desde los más optimistas hasta los que avizoran un fin apocalíptico a todo esto. Y bueno, soy creyente y creo en el Apocalipsis, pero no sabría decir que esta pandemia es el acabose de toda la humanidad, me parece que faltan algunas cosas más que señala el libro y que aún no se cumplen.
No hay duda de que estamos avanzando inexorablemente al escenario que ya se menciona mucho de “un gobierno mundial”, que hay una élite supranacional que está detrás de todo esto, pero lo que no sé es si las vacunas de Bill Gates tendrán un chip que muchos dicen es la marca de la bestia, o que el arrebatamiento sucederá en esta pandemia. Sin duda Cristo viene, pero recordemos que Dios tiene su propia agenda y no necesariamente se ajusta a la nuestra. Él vendrá en el tiempo que ya determinó y que nadie sabe, aunque muchos especulen y por cierto se equivoquen.
Creo que antes de preocuparnos de la fecha en que viene, el Señor, Él quiere que nos preocupemos por nuestra propia salud espiritual, es decir, que estemos bien para cuando venga, y estemos solícitos para recibirlo. ¿Eres creyente? ¿Eres hijo de Dios? ¿Estás haciendo su voluntad agradable y perfecta? ¿Estás compartiendo su palabra a los que aún no lo conocen? O tal vez eres un “creyente”, si podríamos llamarlo así, que lo único que haces es juzgar a otros creyentes, juzgar su estilo de vida, sus pensamientos, sus doctrinas, sus posturas teológicas. Quizás te burlas y satanizas a otros que creen en Dios, que aun podrían estar equivocados, pero apenas te enteras de ellos, lanzas toda tu artillería sin misericordia, condenando y lanzándolos al lago de fuego cuando probablemente el Señor no piensa hacerlo. Si te pusiste en el lugar de juez, en el lugar de Dios, te animaría a que depongas ese tipo de comportamiento porque “con la misma medida con que mides te volverán a medir”.
Pienso que un auténtico cristiano no se mete a juzgar a nadie, ni a insultar ni a condenar. Al parecer la santidad para algunos reacciona así, casi al estilo medioeval, tiempos aciagos y oscuros en donde al pecador o blasfemo lo mandaban inmediatamente a la hoguera. Si eres de estos sería bueno que te analices para ver si realmente mora el Espíritu de Dios que es de paz, consuelo y amor, creo que donde hay un espíritu cáustico e insensible, y lo peor, actuando en el nombre del Señor, pues sencillamente no es de Dios.
En esta coyuntura difícil que nos toca vivir debemos predicar el evangelio de Cristo, despojándonos de todo ropaje natural de egoísmos, resentimientos, celo, ira, venganza o lo que fuere. La motivación para predicar el evangelio no debe ser personalista, sino honrar al Señor. No necesitas defenderlo con tus argumentos enfermizos y ruidosos, Él sabe hacerlo mejor que tú. Lo que Dios te dice es que muestres un espíritu afable y humilde, como dice Pablo: “Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él”, 2 Ti. 2:24-25. En las redes sociales existen muchos que se hacen pasar por “siervos” de Dios y lo único que les gusta es contender, discutir, pelear, insultar, burlarse, al parecer el espíritu que tienen que no creo que sea del Señor les dice que hagan todo eso y claro, en el nombre del Señor. Creo que de esta forma muchos deshonran a nuestro Dios por la forma cómo hablan y escriben. Si eres un hijo de Dios muestra el carácter santo de un verdadero hijo de Dios y no te dejes arrastrar por el frenesí de la discusión. El mismo apóstol Pablo dice: “Pero evita las cuestiones necias, y genealogías, y contenciones, y discusiones acerca de la ley; porque son vanas y sin provecho” Tito 3:9, se trate de la ley o del evangelio procura no enredarte en líos teológicos que no te reporten ningún provecho, si sabes discernir bien el asunto mejor aléjate de un escenario del cual puedes salir mal parado. El evangelio no es para imponerlo descaradamente, ni discutirlo, es simplemente mostrarlo, enseñarlo con la humildad debida y el resto del trabajo déjarlo al Espíritu Santo, porque el que convierte los corazones es Él no tú.
Dios no está en la tormenta, ni en el viento huracanado o la fuerte tempestad, está en el silbo apacible, porque quiere hablar a tu corazón y Dios usará a hombres y mujeres así que primero aquieten sus almas con el poder de Dios para hacer lo mismo en la vida de otros. Si eres un hijo de Dios y estás interesado en extender su Reino pues hazlo, lleva su palabra con denuedo y recuerda que algún día te presentarás ante Él para rendirle cuenta por la forma como lo has hecho, así que hazlo bien “Recuérdales esto, exhortándoles delante del Señor a que no contiendan sobre palabras, lo cual para nada aprovecha, sino que es para perdición de los oyentes. Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad”, 2 Ti. 2:14-15.

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