EL ESPÍRITU FARISEO

Te sientes ofendido porque alguien te llamó la atención. Claudicas de tu fe porque encuentras gente que no te cae bien, y prefieres no asistir a la iglesia, o a tu comunidad de oración. Piensas que los demás están equivocados, pero tú tienes la razón. Tal vez hasta crees que nadie es más espiritual que tú, porque sueles juzgar sus acciones que no son como las tuyas. Sabes esta es la típica reacción del hombre que mira los defectos de los demás, pero nunca ve los suyos. Es la forma cómo actúa el soberbio que cree que se cree más santo y espiritual que los demás. Es el tipo que nunca sabrá decir "perdón, me equivoqué", sino que buscará un chivo expiatorio a quien culpar. Es como el fariseo que ora así: "Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano" (Lc. 18:11). Si eres así, entonces tienes el espíritu de fariseo, definitivamente nunca saldrás justificado delante de Dios, solamente te justificará tu carnal mentalidad. Nadie puede engañar a Dios, Él sabe lo que hay en nuestro corazón, Él espera que te acerques con una actitud de humillación, debes ser como el publicano que dijo: "Dios, sé propicio a mí, pecador" (Lc. 18:13). A la hora de acercarte ante Dios humíllate, y a la hora de acercarte ante los hombres sé humilde, digo si es que en verdad deseas que Dios te bendiga y prospere en todo lo que emprendas para honrarlo a Él, caso contrario te engañarás a ti mismo, menos al Altísimo, y el Señor dirá de ti como dijo de su pueblo Israel: "...Porque este pueblo se acerca a mí con su boca, y con sus labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado" (Is. 29:13). Él nunca despreciará al "corazón contrito y humillado", que Dios nos enseñe a  tener uno así.