En
la Biblia, encontramos varios pasajes que tratan sobre la idea del creyente
infiel o el que apostata de su fe. Un ejemplo clave es la parábola del hijo
pródigo (Lucas 15:11-32), que ilustra la relación entre un padre amoroso y dos
hijos. Uno de los hijos, después de recibir su herencia, abandona el hogar y
derrocha su riqueza en una vida de excesos y pecado. Sin embargo, eventualmente
se arrepiente y regresa humildemente a su padre, quien lo recibe con amor y
celebración.
Este
relato nos enseña que incluso aquellos que han creído y han sido parte de la
familia de Dios pueden apartarse y vivir en desobediencia. Sin embargo, también
destaca la gracia y la misericordia de Dios, que está siempre dispuesto a
recibir de vuelta a los que se arrepienten sinceramente.
Otro
pasaje importante es 2 Timoteo 2:11-13, donde se nos recuerda que aunque seamos
infieles, Dios permanece fiel, ya que no puede negarse a sí mismo. Esto nos
muestra que, aunque los creyentes puedan ser infieles en su relación con Dios,
Él permanece constante en su fidelidad y amor hacia ellos.
Sin
embargo, el hecho de que Dios sea amplio en perdonar no significa que podamos
abusar de eso y granjearnos la amistad del mundo cada vez que queramos, pensando
luego que Dios siempre estará solícito para perdonarnos y recibirnos en sus
brazos, cual hijo pródigo. Dios ve los corazones y sabe si somos sinceros en
nuestra relación con Él. Debemos, por tanto, ser cuidadosos y tomar con
responsabilidad el hecho de vivir en la gracia, que no es una condición para
pecar a nuestro antojo sabiendo que Dios perdonará todo, sino un estado para ir
perfeccionándonos con la ayuda del Espíritu Santo, pues Dios nos enseña a vivir
en santidad y debemos procurar esto, tratando de renunciar cada día al pecado,
llevando una comunión cada vez más profunda, a la vez que esforzándonos en
salir de aquello que nos dañe moral y espiritualmente.
Tengamos
presente que la Biblia reconoce la realidad de la apostasía y la infidelidad
entre los creyentes, pero también nos ofrece esperanza en la gracia y la
misericordia de Dios, que está siempre dispuesto a restaurar y perdonar a los
que se arrepienten sinceramente.
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