No se puede
justificar el abuso del planeta Tierra con la Biblia en la mano. Es una de las
conclusiones a las que llega Miguel J. Wickham, Máster en Geografía por la
Universidad de Oxford en su último libro. “El mundo de la cultura cristiana ha
usado algunos textos de Génesis cono pretexto para sus intereses materiales”,
denuncia, y para contrarrestar esta realidad ha escrito el libro “Ecología y
Cambio Climático. Una reflexión Cristiana” (Andamio, 2012), junto a Terence
Pablo Wickham, licenciado en Economía por la Universidad de London y misionero
evangélico en España.
Ha costado
tiempo y esfuerzo, pero parece que iglesias evangélicas en todo el mundo han
asumido en los últimos años que el cuidado de la Tierra y la lucha contra el
Cambio Climático es una causa que debe ser tomada en serio.
Miguel Wickham y Pablo Wickham (hijo y padre)
se han marcado el objetivo de seguir empujando en la dirección de muchos
científicos cristianos. La realidad es que mientras “en el extranjero hay un
creciente número de comunidades cristianas, iglesias locales que están tomando
conciencia y actuando consecuentemente”, la realidad es diferente en el sur de
Europa.
“En el mundo
evangélico en España hay poca conciencia hasta ahora sobre este tema”, dice
Miguel Wickham, que ha respondido a Protestante Digital.
“ESTE MUNDO
NO ES NUESTRO”
El objetivo
de su labor en este campo (incluyendo su reciente libro) es animar a la iglesia
en España y en otros países de habla hispana a demostrar explícitamente “que
creemos en un Dios creador, el que mantiene y restaura, y que este mundo no es
nuestro sino suyo”.
Wickham se
pregunta: “¿Cómo podemos por un lado afirmar que somos extranjeros en la
Tierra, que nuestra ciudadanía está en el cielo, que nuestra vida y bienestar
depende de Dios, cuando nuestra forma frenética de vivir, acumulando bienes materiales
muestra lo contrario?”.
Los
cristianos deben empezar a ser consecuentes: “Amar a Dios significa también
amar al mundo que Él creó”.
¿HA
IMPULSADO EL “CRISTIANISMO” PARTE DE LA DESTRUCCIÓN?
Mirando a la
Historia, especialmente al desarrollo industrial de las sociedades llamadas
‘cristianas’, puede surgir la pregunta: ¿Tiene alguna culpa el cristianismo,
como religión o forma de enfocar la vida, en el abuso de los recursos naturales
del planeta que se ha ido dando en los últimos 100 años?
“Debemos
reconocer que en parte, sí”, afirma Wickham. “No Dios, ni su Palabra, sino el
mundo de la cultura cristiana que ha usado algunos textos de Génesis cono
pretexto para sus intereses materiales. Un cristianismo alejado de los avisos y
las condenas del Antiguo Testamento hacia la injusticia, la falta de
misericordia (Miqueas 6: 8) y el amor al extranjero y al prójimo, además de
alejado del estilo de vida y las enseñanzas de Jesucristo”.
Aunque
reconoce el mal hecho, el autor diferencia su posición de la de algunas
posturas extremas: “No estamos de acuerdo”, matiza, “con el análisis de Lynn
White y otros, de que el cristianismo es el principal causante. Todas las
culturas, grandes religiones y sistemas políticos ha pasado lo mismo”.
UN PROBLEMA
DE COMPRENSIÓN BÍBLICA
Recuperar la
relación con la tierra
Para Miguel
Wickham las iglesias evangélicas no han sabido dar un mensaje ecológico al
mundo, y es necesario volver a la Biblia para encontrar las respuestas. Una
entrevista de Beatriz Garrido.
El problema
en los países que han tenido una mentalidad cristiana es teológico. “Sin la
comprensión de quién es Dios, de que la Tierra es suya y no nuestra, y de que
el mensaje en Génesis es de ser mayordomos y no explotadores, cuidando una
Creación que no es de nuestra propiedad, los hombres destruyen la tierra y sus
recursos”.
El problema
es creerse que lo que Dios ha creado pertenece al hombre. “Al ver la tierra y
sus recursos como algo propio, algo para enriquecerse, los intereses de los
demás son anulados. Los efectos del cambio climático, de origen mayormente en
el mundo desarrollado, afectan negativamente a millones de personas que ya viven
en precariedad y pobreza”.
CONTRA EL
‘NEGACIONISMO’ DEL CAMBIO CLIMÁTICO
Sin embargo,
son muchas veces los propios cristianos evangélicos que ignoran la llamada a
cuidar el planeta y niegan, por ejemplo, el Cambio Climático. Wickham admite
que esto ha sido una barrera para la concienciación, especialmente en EEUU.
“Es una
corriente globalizada, en círculos corporativos”. Un ‘negacionismo’ más de tipo
político y económico que científico, que se enmarca en “una nueva pugna entre
los intereses de las empresas de las energías fósiles, que dominaban el mercado
energético hasta ahora, y las renovables, por el pastel de la energía”.
Cuando se
les pregunta a los investigadores, en cambio, el debate es menor. “La mayoría
de los científicos son gente honesta que investiga con objetividad, y están de
acuerdo, en su gran mayoría, en que el cambio climático es el producto de la
actividad humana, principalmente por la quema de combustibles de origen fósil
(petróleo, gas, etc). El descubrimiento de que las partículas de CO2 en la
atmosfera que producen este calentamiento evidente tienen su origen en los
hidrocarburos fósiles, solo ha puesto el sello en lo que ya era evidente”. Por
eso, cree Wickham, “es importante mirar bien las motivaciones y los intereses
económicos, tanto de un ‘lobby’, o grupo de presión de un lado como el otro”.
LAS
GANANCIAS FÁCILES JUEGAN CONTRA EL PLANETA
El autor apunta
a que una de las causas del deterioro espectacular del medio ambiente en los
últimos años es la avaricia humana. “Mientras que la principal motivación para
la actividad humana sea individualista, con el fin de beneficiar lo más
rápidamente posible los bolsillos de los inversores a corto plazo, los
problemas, que requieren una visión global de futuro, y que tienen su mayor
incidencia en los más necesitados, seguirán”.
La forma de
entender los negocios ha llevado al brusco empeoramiento del medio ambiente. El
concepto de “crecimiento económico” se ha convertido en un “imperativo”, que
unido al aumento de la población mundial ha llevado a la “alteración de los
ecosistemas, en todas las escalas, desde el ecosistema de un pequeño lago a un
‘bioma’ enorme como las llanuras pastizales”.
No es que
los ecosistemas sean inamovibles. De hecho, estos cambian, “tienen la capacidad
de adaptarse a los cambios, tanto los producidos por un evento o un cambio
físico, como una erupción volcánica, como cambios naturales en la radiación
solar”, explica Wickham.
Pero el
ritmo de cambio humano es tan fuerte que los ecosistemas no lo pueden asimilar.
“En los últimos años el impacto de la humanidad sobre los ecosistemas está
sobrepasando la capacidad de recuperación de muchos de ellos".
“Dependemos
de ellos [de los ecosistemas], pero estamos destruyéndolos más rápidamente que
nuestra comprensión de la necesidad de protegerlos. El efecto humano en
conjunto se ve claramente en el cambio climático acelerado producido por la humanidad”.
MATAR UNA
ESPECIE ANTES DE HABERLA DESCUBIERTO
Entre las
conclusiones de los investgiadores hay realidades tremendas. “Los científicos”,
por ejemplo, “afirman que hay muchas especies que aun no hemos descubierto que
ya han desaparecido, porque el ritmo de extinciones es mayor que el ritmo de
descubrimiento de la biodiversidad tan increíble de nuestro planeta”. El autor
cita el caso de la zona de Sarajaku en la selva amazónica de Ecuador, donde una
flora y fauna increíbles desaparece ante el avance de las petroleras, además de
atacar directamente “los intereses locales de un pueblo indígena (los Kichwa) y
una cultura”.
El cambio
empieza en las conciencias de las personas, y Wickham cree que estas sólo
pueden ser cambiadas desde fuera de uno mismo: “Sólo la transformación del
corazón humano que Dios realiza por medio de la fe en Cristo, la restauración
al hombre con Dios, puede promover la restauración del mundo creado de Dios”.
EL MUNDO QUE
SE PRESENTA
Si no
tendemos hacia una mentalidad diferente, ¿qué planeta dejaremos a nuestros
nietos? La tendencia es “peligrosa”, opina el autor, porque “estamos cambiando
la tierra más rápidamente que nuestro conocimiento de ella”.
“Al ritmo
que vamos en la extinción de especies, la pérdida de biodiversidad, el cambio
climático ya imparable, el crecimiento demográfico, aunque menor ahora, pero
aún alto en los países más pobres, y más importante, el crecimiento imparable
de las expectativas de los nuevos países emergentes, como China, Rusia, India y
Brasil, no lo vemos muy alentador”.
La crisis
ecológica, además, lleva consigo otros conflictos. “Esta presión sobre menos
recursos ya está afectando la estabilidad política mundial, y añadido a los
conflictos sobre las energías fósiles están los del agua y de la tierras de
cultivo”. Es tiempo de que todo el mundo, pero especialmente los cristianos,
entiendan su “imperativo moral”, la responsabilidad frente a los que vendrán después
de uno, y frente a Dios.
ENTONCES…
¿POR DÓNDE EMPEZAMOS?
“Vivir más
sencillamente”. Todo empieza por aquí, cree el autor. “Mi consumo de energía,
mis viajes, mis uso de mi tiempo libre, como mis vacaciones, lo que compro, lo
que tiro a la basura, todo tiene consecuencias. En el libro hay algunas
propuestas, pero creo que haría falta un manual dedicado a la realización
práctica de esta visión. Empecemos a orar al Señor confesando nuestra falta de
obediencia y sensibilidad a su palabra, y poniendo en práctica los valores que
vemos en la Biblia acerca de nuestra responsabilidad encomendada hacia la
Creación increíble de un Creador maravilloso”.
Como
ejemplos de los que algunos cristianos ya están haciendo, propone a la ONG “A
Rocha”, impulsada por científicos y ornitólogos evangélicos en el Algarve, en
Portugal. “Se dedicaron a poner en práctica lo que veían en la palabra de Dios:
que la tierra y los seres creados son Suyos, y que debemos amar y cuidar la
creación de Dios”. “Tear Fund” en Inglaterra es otro modelo a seguir, porque
“entienden que la lucha contra la pobreza tiene mucho que ver con el medio
ambiente”.
AYUDAR A
“DESPERTAR UNA NUEVA CONCIENCIA”
La Biblia,
el planeta, y los habitantes. Si los tres van en la misma línea, algunas cosas
cambiarían. Miguel y Pablo Wickham explican que por eso escribieron el libro:
quieren impulsar a los cristianos a actuar responsablemente.
“Esperamos
que este libro despierte una nueva conciencia, especialmente en los jóvenes.
Los mayores no hemos dado importancia al mandato de mayordomía que nos ha sido
encomendado”.
El libro “Ecología y Cambio Climático. Una
reflexión cristiana” ha sido un proyecto impulsado por la Alianza Evangélica
Española, el CEFB (Centro Evangélico de Formación Bíblica) y Publicaciones
Andamio. Puede encontrar este libro en librerías o a través del email pedidos@publicacionesandamio.com .
Además, Miguel J. Wickham ha publicado una
serie de artículos en el Magacín Dominical Protestante Digital, llamada “Dueños o mayordomos de la creación?” en el
blog Te(c)ología .
Autores:
Joel Forster
Editado por:
Protestante Digital 2013
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