domingo, 21 de abril de 2013

'Amar a Dios es amar su creación, la avaricia está destruyendo el planeta'



No se puede justificar el abuso del planeta Tierra con la Biblia en la mano. Es una de las conclusiones a las que llega Miguel J. Wickham, Máster en Geografía por la Universidad de Oxford en su último libro. “El mundo de la cultura cristiana ha usado algunos textos de Génesis cono pretexto para sus intereses materiales”, denuncia, y para contrarrestar esta realidad ha escrito el libro “Ecología y Cambio Climático. Una reflexión Cristiana” (Andamio, 2012), junto a Terence Pablo Wickham, licenciado en Economía por la Universidad de London y misionero evangélico en España.
Ha costado tiempo y esfuerzo, pero parece que iglesias evangélicas en todo el mundo han asumido en los últimos años que el cuidado de la Tierra y la lucha contra el Cambio Climático es una causa que debe ser tomada en serio.
 Miguel Wickham y Pablo Wickham (hijo y padre) se han marcado el objetivo de seguir empujando en la dirección de muchos científicos cristianos. La realidad es que mientras “en el extranjero hay un creciente número de comunidades cristianas, iglesias locales que están tomando conciencia y actuando consecuentemente”, la realidad es diferente en el sur de Europa.
“En el mundo evangélico en España hay poca conciencia hasta ahora sobre este tema”, dice Miguel Wickham, que ha respondido a Protestante Digital.
“ESTE MUNDO NO ES NUESTRO”
El objetivo de su labor en este campo (incluyendo su reciente libro) es animar a la iglesia en España y en otros países de habla hispana a demostrar explícitamente “que creemos en un Dios creador, el que mantiene y restaura, y que este mundo no es nuestro sino suyo”.
Wickham se pregunta: “¿Cómo podemos por un lado afirmar que somos extranjeros en la Tierra, que nuestra ciudadanía está en el cielo, que nuestra vida y bienestar depende de Dios, cuando nuestra forma frenética de vivir, acumulando bienes materiales muestra lo contrario?”.
Los cristianos deben empezar a ser consecuentes: “Amar a Dios significa también amar al mundo que Él creó”.
¿HA IMPULSADO EL “CRISTIANISMO” PARTE DE LA DESTRUCCIÓN?
Mirando a la Historia, especialmente al desarrollo industrial de las sociedades llamadas ‘cristianas’, puede surgir la pregunta: ¿Tiene alguna culpa el cristianismo, como religión o forma de enfocar la vida, en el abuso de los recursos naturales del planeta que se ha ido dando en los últimos 100 años?
“Debemos reconocer que en parte, sí”, afirma Wickham. “No Dios, ni su Palabra, sino el mundo de la cultura cristiana que ha usado algunos textos de Génesis cono pretexto para sus intereses materiales. Un cristianismo alejado de los avisos y las condenas del Antiguo Testamento hacia la injusticia, la falta de misericordia (Miqueas 6: 8) y el amor al extranjero y al prójimo, además de alejado del estilo de vida y las enseñanzas de Jesucristo”.
Aunque reconoce el mal hecho, el autor diferencia su posición de la de algunas posturas extremas: “No estamos de acuerdo”, matiza, “con el análisis de Lynn White y otros, de que el cristianismo es el principal causante. Todas las culturas, grandes religiones y sistemas políticos ha pasado lo mismo”.
UN PROBLEMA DE COMPRENSIÓN BÍBLICA
Recuperar la relación con la tierra
Para Miguel Wickham las iglesias evangélicas no han sabido dar un mensaje ecológico al mundo, y es necesario volver a la Biblia para encontrar las respuestas. Una entrevista de Beatriz Garrido.
El problema en los países que han tenido una mentalidad cristiana es teológico. “Sin la comprensión de quién es Dios, de que la Tierra es suya y no nuestra, y de que el mensaje en Génesis es de ser mayordomos y no explotadores, cuidando una Creación que no es de nuestra propiedad, los hombres destruyen la tierra y sus recursos”.
El problema es creerse que lo que Dios ha creado pertenece al hombre. “Al ver la tierra y sus recursos como algo propio, algo para enriquecerse, los intereses de los demás son anulados. Los efectos del cambio climático, de origen mayormente en el mundo desarrollado, afectan negativamente a millones de personas que ya viven en precariedad y pobreza”.
CONTRA EL ‘NEGACIONISMO’ DEL CAMBIO CLIMÁTICO
Sin embargo, son muchas veces los propios cristianos evangélicos que ignoran la llamada a cuidar el planeta y niegan, por ejemplo, el Cambio Climático. Wickham admite que esto ha sido una barrera para la concienciación, especialmente en EEUU.
“Es una corriente globalizada, en círculos corporativos”. Un ‘negacionismo’ más de tipo político y económico que científico, que se enmarca en “una nueva pugna entre los intereses de las empresas de las energías fósiles, que dominaban el mercado energético hasta ahora, y las renovables, por el pastel de la energía”.
Cuando se les pregunta a los investigadores, en cambio, el debate es menor. “La mayoría de los científicos son gente honesta que investiga con objetividad, y están de acuerdo, en su gran mayoría, en que el cambio climático es el producto de la actividad humana, principalmente por la quema de combustibles de origen fósil (petróleo, gas, etc). El descubrimiento de que las partículas de CO2 en la atmosfera que producen este calentamiento evidente tienen su origen en los hidrocarburos fósiles, solo ha puesto el sello en lo que ya era evidente”. Por eso, cree Wickham, “es importante mirar bien las motivaciones y los intereses económicos, tanto de un ‘lobby’, o grupo de presión de un lado como el otro”.
LAS GANANCIAS FÁCILES JUEGAN CONTRA EL PLANETA
El autor apunta a que una de las causas del deterioro espectacular del medio ambiente en los últimos años es la avaricia humana. “Mientras que la principal motivación para la actividad humana sea individualista, con el fin de beneficiar lo más rápidamente posible los bolsillos de los inversores a corto plazo, los problemas, que requieren una visión global de futuro, y que tienen su mayor incidencia en los más necesitados, seguirán”.
La forma de entender los negocios ha llevado al brusco empeoramiento del medio ambiente. El concepto de “crecimiento económico” se ha convertido en un “imperativo”, que unido al aumento de la población mundial ha llevado a la “alteración de los ecosistemas, en todas las escalas, desde el ecosistema de un pequeño lago a un ‘bioma’ enorme como las llanuras pastizales”.

No es que los ecosistemas sean inamovibles. De hecho, estos cambian, “tienen la capacidad de adaptarse a los cambios, tanto los producidos por un evento o un cambio físico, como una erupción volcánica, como cambios naturales en la radiación solar”, explica Wickham.
Pero el ritmo de cambio humano es tan fuerte que los ecosistemas no lo pueden asimilar. “En los últimos años el impacto de la humanidad sobre los ecosistemas está sobrepasando la capacidad de recuperación de muchos de ellos".
“Dependemos de ellos [de los ecosistemas], pero estamos destruyéndolos más rápidamente que nuestra comprensión de la necesidad de protegerlos. El efecto humano en conjunto se ve claramente en el cambio climático acelerado producido por la humanidad”.
MATAR UNA ESPECIE ANTES DE HABERLA DESCUBIERTO
Entre las conclusiones de los investgiadores hay realidades tremendas. “Los científicos”, por ejemplo, “afirman que hay muchas especies que aun no hemos descubierto que ya han desaparecido, porque el ritmo de extinciones es mayor que el ritmo de descubrimiento de la biodiversidad tan increíble de nuestro planeta”. El autor cita el caso de la zona de Sarajaku en la selva amazónica de Ecuador, donde una flora y fauna increíbles desaparece ante el avance de las petroleras, además de atacar directamente “los intereses locales de un pueblo indígena (los Kichwa) y una cultura”.
El cambio empieza en las conciencias de las personas, y Wickham cree que estas sólo pueden ser cambiadas desde fuera de uno mismo: “Sólo la transformación del corazón humano que Dios realiza por medio de la fe en Cristo, la restauración al hombre con Dios, puede promover la restauración del mundo creado de Dios”.
EL MUNDO QUE SE PRESENTA
Si no tendemos hacia una mentalidad diferente, ¿qué planeta dejaremos a nuestros nietos? La tendencia es “peligrosa”, opina el autor, porque “estamos cambiando la tierra más rápidamente que nuestro conocimiento de ella”.
“Al ritmo que vamos en la extinción de especies, la pérdida de biodiversidad, el cambio climático ya imparable, el crecimiento demográfico, aunque menor ahora, pero aún alto en los países más pobres, y más importante, el crecimiento imparable de las expectativas de los nuevos países emergentes, como China, Rusia, India y Brasil, no lo vemos muy alentador”.
La crisis ecológica, además, lleva consigo otros conflictos. “Esta presión sobre menos recursos ya está afectando la estabilidad política mundial, y añadido a los conflictos sobre las energías fósiles están los del agua y de la tierras de cultivo”. Es tiempo de que todo el mundo, pero especialmente los cristianos, entiendan su “imperativo moral”, la responsabilidad frente a los que vendrán después de uno, y frente a Dios.
ENTONCES… ¿POR DÓNDE EMPEZAMOS?
“Vivir más sencillamente”. Todo empieza por aquí, cree el autor. “Mi consumo de energía, mis viajes, mis uso de mi tiempo libre, como mis vacaciones, lo que compro, lo que tiro a la basura, todo tiene consecuencias. En el libro hay algunas propuestas, pero creo que haría falta un manual dedicado a la realización práctica de esta visión. Empecemos a orar al Señor confesando nuestra falta de obediencia y sensibilidad a su palabra, y poniendo en práctica los valores que vemos en la Biblia acerca de nuestra responsabilidad encomendada hacia la Creación increíble de un Creador maravilloso”.

Como ejemplos de los que algunos cristianos ya están haciendo, propone a la ONG “A Rocha”, impulsada por científicos y ornitólogos evangélicos en el Algarve, en Portugal. “Se dedicaron a poner en práctica lo que veían en la palabra de Dios: que la tierra y los seres creados son Suyos, y que debemos amar y cuidar la creación de Dios”. “Tear Fund” en Inglaterra es otro modelo a seguir, porque “entienden que la lucha contra la pobreza tiene mucho que ver con el medio ambiente”.
AYUDAR A “DESPERTAR UNA NUEVA CONCIENCIA”
La Biblia, el planeta, y los habitantes. Si los tres van en la misma línea, algunas cosas cambiarían. Miguel y Pablo Wickham explican que por eso escribieron el libro: quieren impulsar a los cristianos a actuar responsablemente.
“Esperamos que este libro despierte una nueva conciencia, especialmente en los jóvenes. Los mayores no hemos dado importancia al mandato de mayordomía que nos ha sido encomendado”.
 El libro “Ecología y Cambio Climático. Una reflexión cristiana” ha sido un proyecto impulsado por la Alianza Evangélica Española, el CEFB (Centro Evangélico de Formación Bíblica) y Publicaciones Andamio. Puede encontrar este libro en librerías o a través del email  pedidos@publicacionesandamio.com . 
 Además, Miguel J. Wickham ha publicado una serie de artículos en el Magacín Dominical Protestante Digital, llamada  “Dueños o mayordomos de la creación?” en el blog Te(c)ología .

Autores: Joel Forster

Editado por: Protestante Digital 2013

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