sábado, 23 de noviembre de 2024

UN MIÉRCOLES FATAL

 

 


Este miércoles 20 de noviembre, la Comisión de Justicia y Derechos Humanos del Congreso de la República aprobó el proyecto de ley que legaliza la unión civil entre dos personas del mismo sexo. Esto nos debe hacer pensar a los cristianos sobre la importancia de la temática sobre todo cuando vemos que esto definitivamente tendrá repercusión en las generaciones que vienen.

Dado que vivimos en una sociedad que normaliza aquello que va en contra de la voluntad divina, pues lo que pasó el miércoles no es algo que debería sorprendernos, pero sí preocuparnos. La iniciativa del congresista Alejandro Cavero finalmente fue aceptada, y se sabe que el abogado dentro del Congreso es una de las voces fuertes que representa a la comunidad LGTB+. Aunque su proyecto fue presentado en el año 2022 no fue del todo aceptado por la comunidad gay por considerarlo con limitaciones, pero Cavero lo defendió “considerando que podría ser un buen paso para lograr mejorar los derechos LGBT”. ​

Y creo que así es, la victoria obtenida esta semana por el colectivo es sólo un paso a sus pretensiones que son: Que se reconozca la identidad de género de las personas trans y que se acompañe en los procesos de cambio de nombre en los documentos de identidad. Que se tenga acceso a servicios de salud integrales y prioritarios para las personas LGTB+. Que se garantice una vida sin discriminación y violencia, y que se fortalezca el sistema de registro de casos de discriminación y violencia. Y claro que también puedan tener libertad de expresión, de asociación, de reunión pacífica, derecho al trabajo, derecho a la educación y acceso a la justicia.

Creo que como personas que son tienen todos los derechos garantizados, indistintamente de su identidad de género. Es decir, hombres, mujeres, gays, lesbianas, trans y demás tienen derechos como todos que deben ser respetados y aquellos que los discriminen, ya que la discriminación es dar trato desigual a una persona o colectividad por motivos raciales, religiosos, políticos, de sexo, de edad, de condición física o mental, etc,  pues deben ser sancionados.

Repito, nadie les quita sus derechos como personas que son: pueden andar, trabajar, hacer negocios, ser sujetos de crédito, estudiar y casarse. Sin embargo, no deja de ser para los cristianos algo preocupante el estilo de vida y las prácticas que realizan desde el punto de vista moral, y por ende espiritual, dado que desde la perspectiva de la biblia que es nuestro manual de conducta, hay cosas que no encajan con ella. Y considero que si la comunidad LGTB+ quiere que se le reconozca derechos, pues también debe respetar los derechos de los demás.

Mi concepción de la vida, por ejemplo, la baso partiendo de la revelación de Dios, expresada en su palabra. Considero que mi moral y espiritualidad debe encajar con la voluntad divina y considero que ir en contra de ella me indispone ante Dios. Es decir, si hago algo que va en contra de la voluntad de Dios a eso se le llama pecado. Y si Dios condena la homosexualidad, y hay sustento bíblico para esto último, pregunto ¿una ley humana dada por el Congreso o por quien fuere, me va a obligar a pensar lo contrario o a irme en contra de la revelación de Dios? Y si así fuere, entonces ¿esa ley no estaría vulnerando mi creencia, y por ende, mi derecho a pensar como enseña la biblia?

Y así como ellos exigen respeto a sus creencias y estilo de vida, tengo todo el derecho a pedir lo mismo y la ley me tiene que defender cuando veo que mis derechos están siendo conculcados. En otras palabras “respeto los derechos de todos y sus creencias, porque también exijo que respeten los míos”. Y esto hay que tenerlo claro, pues les aseguro que el que consigue que se respeten sus derechos, se va a empoderar y se va a creer en la posición de discriminar a otros, en este caso a los creen en Dios. Y esto no es una simple especulación, porque en países donde a ideología de género ha penetrado fuertemente, a los cristianos los humillan, los insultan y hasta los agreden físicamente, porque los consideran como un grupo que promueve “un discurso de odio”. Nada más lejos de la verdad, porque basamos nuestro estilo de vida en la palabra de Dios, la biblia que es la única revelación de Dios y por antonomasia, la revelación por excelencia, pues no existe otra.

En fin, me apena lo que pasó el día miércoles en el Congreso, y me apena más saber que a pesar que tenemos congresistas cristianos, parece que brillan por su ausencia, porque la verdad no he visto a ninguno de ellos pronunciarse sobre este hecho, es más, ignoro si han hecho algo para contrarrestar el dictamen que se aprobó. Valgan verdades, los que son llamados verdaderamente a ser “columna y baluarte de la verdad” no son los políticos, ni siquiera los pocos o muchos cristianos que tengamos en el Congreso, sino la iglesia de Jesucristo, que es la que tiene que tomar conciencia de su responsabilidad y su misión aquí en la tierra: que es predicar el evangelio de Cristo para que las almas se salven de la esclavitud del pecado y puedan experimentar una vida transformada que vaya de acuerdo con la voluntad de Dios, a Quien esperamos ayude a nuestro país a que no se hunda más en la oscuridad del pecado y ayude también a la iglesia cumplir con su rol de ser “luz y sal” aquí en la tierra.

 

 

 

 

viernes, 22 de noviembre de 2024

Un verdadero Avivamiento

 



Los grandes avivamientos no solo impactan a la iglesia sino a la sociedad en general. Y como consecuencia disminuye la maldad y empieza a surgir el temor a Dios, el respeto a su palabra, el resurgimiento y la práctica de los valores que ennoblecen al hombre; se detiene la violencia y la injusticia y se combate la corrupción. Es decir el concepto de justicia adquiere una nueva dimensión que se busca establecer. 

No es suficiente pensar que los templos se llenen de gente y engañosamente creer que se vive un avivamiento, debe tener su proyección de benéfica influencia en la sociedad que la lleva a que tenga interés de acercarse a Dios.

Requerimos de un despertar espiritual de esta naturaleza? Claro que sí, y qué hace falta entonces?  Hace falta una verdadera humillación y reconocimiento de nuestros pecados y un deseo verdadero de cambiar. No hacerlo de labios para afuera, sino de corazón. No fabriquemos despertares ni avivamientos que no impactan a nadie, hagámoslo a la manera de Dios y sigamos su sabio consejo: "si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra", 2 Creo. 7:14.

UN MIÉRCOLES FATAL

    Este miércoles 20 de noviembre, la Comisión de Justicia y Derechos Humanos del Congreso de la República aprobó el proyecto de ley que ...