Una de las luchas más comunes en la vida cristiana es esta: “¿Por qué sigo fallando? ¿Será que no soy salvo?”
Muchos hijos de Dios sienten dolor, frustración y vergüenza cuando pecan. Y esa aflicción los lleva a dudar de su salvación. Pero ¿qué enseña realmente la Biblia?
1. La Biblia enseña que el creyente sigue luchando con el pecado
La Palabra jamás presenta la vida cristiana como una vida perfecta. Al contrario, afirma claramente que el creyente experimenta una batalla interna.
Pablo lo expresa con honestidad: “El querer el bien está en mí, pero no el hacerlo.”
“Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago.” — Romanos 7:18-19
Pablo no está hablando antes de ser creyente. Está describiendo la lucha del cristiano regenerado que tiene dos naturalezas: una nueva en Cristo y una antigua que aún quiere dominar.
La presencia de esta lucha es evidencia de vida espiritual, no de condenación.
2. El pecado NO anula la salvación del creyente
Jesús no salva a los perfectos; salva a los que creen en Él. La salvación descansa en Su obra, no en nuestro desempeño.
Jesús dijo: “Al que viene a mí, no le echo fuera.” — Juan 6:37
Pablo afirma: “Ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús.” — Romanos 8:1
Si fallar te hace pensar que ya no eres salvo, recuerda: Tu salvación no comenzó contigo, sino con Cristo. Y el que comenzó la buena obra en ti, la terminará (Filipenses 1:6).
3. La aflicción después de pecar es evidencia de salvación
El inconverso peca y no le importa.
El creyente peca, y le duele.
Ese dolor es obra del Espíritu Santo, quien convence, corrige y restaura.
Jesús dijo del Espíritu: “Convencerá al mundo de pecado.” — Juan 16:8
Cuando un cristiano se entristece por pecar, esa tristeza confirma que: su corazón ha sido cambiado, ama a Dios, y no quiere ofenderlo.
4. Dios disciplina al hijo, no al extraño
A veces el cristiano interpreta la disciplina de Dios como rechazo. Pero es todo lo contrario: es una señal de que somos de Él.
“Porque el Señor al que ama, disciplina…
Si se os deja sin disciplina… sois bastardos, y no hijos.” — Hebreos 12:6-8
Cuando Dios nos corrige, no es para expulsarnos, sino para perfeccionarnos.
5. La perfección no es la ausencia de pecado, sino la obediencia sincera
En la Biblia, “perfección” no significa nunca fallar. Significa madurez, un corazón sincero y fiel hacia Dios.
David pecó gravemente, pero Dios dijo de él:
“Varón conforme a mi corazón.” — Hechos 13:22
¿Por qué?
Porque David se arrepentía, se humillaba y volvía a Dios con sinceridad. Eso es lo que el Señor busca en nosotros.
6. Cristo intercede por los creyentes que luchan
Tu debilidad no te descalifica; te hace necesitar más la gracia de Cristo, que intercede a tu favor.
“Tenemos un Abogado para con el Padre, a Jesucristo el justo.” — 1 Juan 2:1
“Él vive siempre para interceder por ellos.”
—Hebreos 7:25
Mientras tú luchas en la tierra, Cristo te defiende en el cielo.
El creyente puede fallar, pero Dios no falla.
Puedes tropezar, pero no caerás de Su mano.
Puedes llorar por tu pecado, pero nunca perderás su amor.
La Biblia enseña que la salvación es una obra comenzada por Dios, sostenida por Dios y concluida por Dios.
Tu lucha no demuestra que no eres salvo; demuestra que eres un hijo amado, en proceso de transformación.


