“Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y
rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os
volverán a medir”, Lc. 6:38
El principio de siembra y cosecha es bíblico, no estoy haciendo una
apología de la teología de la prosperidad, pero la teología existe y la
prosperidad también. Dios bendice y puede enriquecer al que hace las cosas de
acuerdo a su voluntad, pero no todos lo que le obedecen son ricos. Uno cuando
lee la vida de ciertos personajes de la biblia como Abraham, Isaac, Jacob,
David, Salomón, Ezequías, Uzías, Josías, etc,
descubrimos que eran hombres temerosos de Dios y fueron bendecidos y
prosperados económicamente. Si lees la biblia en Pr. 3:9-10 que dice: “Honra a
Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos; y serán llenos
tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto”, entendemos que
Dios se propone bendecirnos y darnos las cosas en abundancia cuando sabemos
honrarlo a Él con lo que tenemos, pero mi motivación de servirle a Dios no debe
ser pecuniaria, económica o material. Hay quienes honran a Dios con sus diezmos
y ofrendas, y no son ricos, ni siquiera alcanzan a ser clase media, y muchos de
ellos son de la clase baja, pero saben honrar a Dios. Una vez escuché una
alocución que la llamaban “prédica” cuando el expositor decía que la pobreza es
pecado y la riqueza es de Dios, y todo aquél que está viviendo con escasos
recursos es porque está bajo maldición, porque Dios quiere que sus hijos no
sean pobres, sino ricos y disfruten de los bienes materiales que deseen tener,
pues tenemos a un Dios que dice que suyo es el oro y la plata. Y vaya era todo
un mensaje motivacional que inspiraba más a la gente a ser codiciosa y avara
antes que ser santa. Peor aún, hay algunos de estos teólogos de la avaricia que
han hecho una fortuna increíble con sus mensajes de prosperidad y cuando son
invitados para predicar pues cobran, conozco a uno de ellos que cobra diez mil
dólares por hora. Son “siervos de Jesucristo”, pero no sirven de balde, hay que
pagarles para que así “sientan la carga” de servir al Señor, y claro son
carismáticos, tienen una capacidad para persuadir y someter a los incautos, y
pueden hacer uso de ciertas habilidades trucadas que las llaman
“sobrenaturales” que sirven como la estocada final para el ingenuo que raudo
corre a entregar su dinero, una suerte de fe supersticiosa que le dice:
“recibirás más si das más”. Las telemaratónicas no le hacen bien a la iglesia
de Cristo, los profetas de la prosperidad no ayudan a darle una buena imagen a
la iglesia porque mucha gente cree que todos los pastores que sirven al Señor y
que muchos de ellos lo hacen sin ninguna de esta motivaciones, pues son
iguales, todos vienen de la misma corteza, y creen que los líderes de las
iglesias nadan en dinero, y son millonarios, nada más lejos de la verdad.
Conozco a muchos siervos de Dios de quienes sí puedo decir que aman a Dios y no
son ricos, y algunos de ellos hasta son de pocos recursos, pero no dudo que
aman y sirven a Dios desinteresadamente. ¿Qué pasó? ¿Les puedo decir que están
así porque están en pecado? ¿Sería acertado hacerles saber que viven con una
cortina que les enceguece el entendimiento, porque en realidad deberían ser
ricos? No lo creo, la biblia dice de Jesús: “Porque ya conocéis la gracia de
nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico,
para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos”, 2 Co. 8:9, y si lees el
contexto Pablo está motivando a la iglesia a dar para ayudar a los pobres.
Jesús no anduvo como un rico que usaba vestidos caros y tenía costosos perfumes
y se acicalaba su cuerpo y mantenía una cabellera atractiva y todo gastando una
buena cantidad de dinero que Judas debía pagar para que su Maestro pueda
mantener su “very attractive”, nada tan ridículo y tonto como lamentablemente
algunos de estos fraudulentos expositores de la falsa prosperidad nos quieren
hacer creer.
Es verdad, Dios bendice y prospera, y lo hace de acuerdo
a “tu inversión”, “porque con la misma medida con que medís, os volverán a
medir”, si eres tacaño, si eres mezquino, bueno tal vez del cielo gotee alguna
bendición para ti, pero si eres generoso Él, también lo será contigo, esto no
es teología de la prosperidad es simplemente la ley de la siembra y la cosecha.
Tú recibes lo que das, pero no pienses negociar con Dios y decirle “bueno
Señor, te daré 100 soles y tú me das 1000 soles, ¿qué te parece?” lo más
probable es que recibas 1000 coscorrones, porque así no podemos decirle a Dios
que nos bendiga. Él sabe cómo hacerlo y cuándo hacerlo, no como tú quieres,
sino con Él quiere, tienes que tener la misma motivación de Jesús en el huerto
de Getsemaní, que dijo “hágase tu voluntad” (Mt. 26:36). Dios te bendecirá como
Él quiera hacerlo, y te pregunto ¿seguirías amando a Dios aunque no te bendiga
como esperas? ¿Seguirías dando tu diezmo aunque no te hagas millonario? ¿Seguirías
ofrendando a Dios aunque sigas teniendo el mismo status económico que tienes?
Te aseguro que mucha gente va a la iglesia motivada por una fe interesada, pero
Dios quiere que tu fe sea bíblica, basada en su voluntad. Los principios de
prosperidad están en ella, es cierto que Dios prospera y enriquece al que
quiere, el Sal. 75:7 dice: “Mas Dios es el juez; a éste humilla, y a aquél
enaltece”. De ser así entonces no basta que dé mi diezmo o mi ofrenda o mi
contribución de amor lo que me hará rico, Dios determina a quién bendecir
abundantemente y a quien no. Lo que sí podemos decir sin temor a equivocarnos y
que es para todos es que Él nunca te va a abandonar: “Sean vuestras costumbres
sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te
desampararé, ni te dejaré”, He. 13:5. Si puedes amar a Dios aunque no te
bendiga como esperas, entonces en realidad lo amas, si puedes mantener tu
esperanza en Él, aunque te empobrezcas y lo pierdas todo entonces realmente
eres un creyente convertido que lo buscas sinceramente. Pablo decía: “Así que,
teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto”, 1 Ti. 6:8. Parece que
Pablo se conformaba con tan poco, no es así es que no era un hombre ambicioso,
su mayor riqueza estaba en el cielo y las cosas materiales y el dinero no eran
atractivos para él, ni siquiera pensó en hacerse rico, ni usar el evangelio
para eso, vivió en humildad porque imitaba a su Salvador: “Sed imitadores de
mí, así como yo de Cristo”, 1 Co. 11:1. Desembarázate de esos falsos conceptos
de prosperidad que no tienen base bíblica, que te impulsan a pensar más en lo
material que en lo espiritual. Recuerda que tus mayores riquezas no deben estas
aquí en la tierra sino en el cielo y estas son las que valen más para Dios que
las que puedas acumular aquí en la tierra: “No os hagáis tesoros en la tierra,
donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino
haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde
ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará
también vuestro corazón”. Mt. 6:19-21. Que Dios te bendiga, te prospere y nunca
te abandone.
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