sábado, 22 de agosto de 2015

Y SI NO TE HACE RICO ¿LO SEGUIRÍAS AMANDO?



“Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo; porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir”, Lc. 6:38
El principio de siembra y  cosecha es bíblico, no estoy haciendo una apología de la teología de la prosperidad, pero la teología existe y la prosperidad también. Dios bendice y puede enriquecer al que hace las cosas de acuerdo a su voluntad, pero no todos lo que le obedecen son ricos. Uno cuando lee la vida de ciertos personajes de la biblia como Abraham, Isaac, Jacob, David, Salomón, Ezequías, Uzías, Josías, etc,  descubrimos que eran hombres temerosos de Dios y fueron bendecidos y prosperados económicamente. Si lees la biblia en Pr. 3:9-10 que dice: “Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos; y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto”, entendemos que Dios se propone bendecirnos y darnos las cosas en abundancia cuando sabemos honrarlo a Él con lo que tenemos, pero mi motivación de servirle a Dios no debe ser pecuniaria, económica o material. Hay quienes honran a Dios con sus diezmos y ofrendas, y no son ricos, ni siquiera alcanzan a ser clase media, y muchos de ellos son de la clase baja, pero saben honrar a Dios. Una vez escuché una alocución que la llamaban “prédica” cuando el expositor decía que la pobreza es pecado y la riqueza es de Dios, y todo aquél que está viviendo con escasos recursos es porque está bajo maldición, porque Dios quiere que sus hijos no sean pobres, sino ricos y disfruten de los bienes materiales que deseen tener, pues tenemos a un Dios que dice que suyo es el oro y la plata. Y vaya era todo un mensaje motivacional que inspiraba más a la gente a ser codiciosa y avara antes que ser santa. Peor aún, hay algunos de estos teólogos de la avaricia que han hecho una fortuna increíble con sus mensajes de prosperidad y cuando son invitados para predicar pues cobran, conozco a uno de ellos que cobra diez mil dólares por hora. Son “siervos de Jesucristo”, pero no sirven de balde, hay que pagarles para que así “sientan la carga” de servir al Señor, y claro son carismáticos, tienen una capacidad para persuadir y someter a los incautos, y pueden hacer uso de ciertas habilidades trucadas que las llaman “sobrenaturales” que sirven como la estocada final para el ingenuo que raudo corre a entregar su dinero, una suerte de fe supersticiosa que le dice: “recibirás más si das más”. Las telemaratónicas no le hacen bien a la iglesia de Cristo, los profetas de la prosperidad no ayudan a darle una buena imagen a la iglesia porque mucha gente cree que todos los pastores que sirven al Señor y que muchos de ellos lo hacen sin ninguna de esta motivaciones, pues son iguales, todos vienen de la misma corteza, y creen que los líderes de las iglesias nadan en dinero, y son millonarios, nada más lejos de la verdad. Conozco a muchos siervos de Dios de quienes sí puedo decir que aman a Dios y no son ricos, y algunos de ellos hasta son de pocos recursos, pero no dudo que aman y sirven a Dios desinteresadamente. ¿Qué pasó? ¿Les puedo decir que están así porque están en pecado? ¿Sería acertado hacerles saber que viven con una cortina que les enceguece el entendimiento, porque en realidad deberían ser ricos? No lo creo, la biblia dice de Jesús: “Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos”, 2 Co. 8:9, y si lees el contexto Pablo está motivando a la iglesia a dar para ayudar a los pobres. Jesús no anduvo como un rico que usaba vestidos caros y tenía costosos perfumes y se acicalaba su cuerpo y mantenía una cabellera atractiva y todo gastando una buena cantidad de dinero que Judas debía pagar para que su Maestro pueda mantener su “very attractive”, nada tan ridículo y tonto como lamentablemente algunos de estos fraudulentos expositores de la falsa prosperidad nos quieren hacer creer.
Es verdad, Dios bendice y prospera, y lo hace de acuerdo a “tu inversión”, “porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir”, si eres tacaño, si eres mezquino, bueno tal vez del cielo gotee alguna bendición para ti, pero si eres generoso Él, también lo será contigo, esto no es teología de la prosperidad es simplemente la ley de la siembra y la cosecha. Tú recibes lo que das, pero no pienses negociar con Dios y decirle “bueno Señor, te daré 100 soles y tú me das 1000 soles, ¿qué te parece?” lo más probable es que recibas 1000 coscorrones, porque así no podemos decirle a Dios que nos bendiga. Él sabe cómo hacerlo y cuándo hacerlo, no como tú quieres, sino con Él quiere, tienes que tener la misma motivación de Jesús en el huerto de Getsemaní, que dijo “hágase tu voluntad” (Mt. 26:36). Dios te bendecirá como Él quiera hacerlo, y te pregunto ¿seguirías amando a Dios aunque no te bendiga como esperas? ¿Seguirías dando tu diezmo aunque no te hagas millonario? ¿Seguirías ofrendando a Dios aunque sigas teniendo el mismo status económico que tienes? Te aseguro que mucha gente va a la iglesia motivada por una fe interesada, pero Dios quiere que tu fe sea bíblica, basada en su voluntad. Los principios de prosperidad están en ella, es cierto que Dios prospera y enriquece al que quiere, el Sal. 75:7 dice: “Mas Dios es el juez; a éste humilla, y a aquél enaltece”. De ser así entonces no basta que dé mi diezmo o mi ofrenda o mi contribución de amor lo que me hará rico, Dios determina a quién bendecir abundantemente y a quien no. Lo que sí podemos decir sin temor a equivocarnos y que es para todos es que Él nunca te va a abandonar: “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque él dijo: No te desampararé, ni te dejaré”, He. 13:5. Si puedes amar a Dios aunque no te bendiga como esperas, entonces en realidad lo amas, si puedes mantener tu esperanza en Él, aunque te empobrezcas y lo pierdas todo entonces realmente eres un creyente convertido que lo buscas sinceramente. Pablo decía: “Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto”, 1 Ti. 6:8. Parece que Pablo se conformaba con tan poco, no es así es que no era un hombre ambicioso, su mayor riqueza estaba en el cielo y las cosas materiales y el dinero no eran atractivos para él, ni siquiera pensó en hacerse rico, ni usar el evangelio para eso, vivió en humildad porque imitaba a su Salvador: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo”, 1 Co. 11:1. Desembarázate de esos falsos conceptos de prosperidad que no tienen base bíblica, que te impulsan a pensar más en lo material que en lo espiritual. Recuerda que tus mayores riquezas no deben estas aquí en la tierra sino en el cielo y estas son las que valen más para Dios que las que puedas acumular aquí en la tierra: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”. Mt. 6:19-21. Que Dios te bendiga, te prospere y nunca te abandone.

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Todo lo puedo en Cristo