lunes, 8 de junio de 2015

LA FAMILIA BENDECIDA POR DIOS



EL HOGAR QUE DIOS DESEA (Ef. 5:21-6:4)
INTRODUCCION.-  Alguien dijo: “La familia, la casa paterna, es como una iglesia de orden natural, que rara vez niega un alivio y que prepara el alma a consuelos mayores. La familia que asiste a la iglesia unida, permanece unida. Asistamos a los cultos con todos nuestros hijos”. Hablar sobre la familia, es entrar a un tema mucho muy delicado puesto que se trata de personas, y no de objetos, hablar de la familia de un modo u otro a todos nos compete. Todos, deseamos y soñamos con tener la familia ideal, y ello es natural por el amor que sentimos por ella, y es posible tener una familia saludable con la ayuda de Dios. Pero ¿qué desea ver Dios en un hogar?
LA RELACIÓN SALUDABLE ENTRE ESPOSO-ESPOSA
(vs. 21) La sumisión es el sometimiento, acatamiento y la subordinación. Son términos que a nadie le gusta escuchar, pero que en el ámbito del matrimonio sirven. La sumisión de la pareja debe ser mutua, ambos cumplen roles diferentes, pero para llevar adelante el matrimonio deben a veces estar dispuestos a renunciar a ciertos derechos por el bien de la pareja, de los hijos o del hogar en general.
(vs. 22) La biblia enseña que la casada debe estar “sujeta a su marido, como al Señor”. Esta no es una imposición machista, es mandato del Señor. Hay que entender que la sumisión no es un signo de inferioridad, sino de obediencia.
(vs. 23) Ahora la biblia llama al marido a ser “cabeza de la mujer”, es decir lo llama a ser jefe de la familia. No significa que el hombre va a hacer lo que le plazca con su mujer. Habla de la responsabilidad y protección que debe brindar. Compara esta relación del hogar con la relación de Cristo con la iglesia, “la cual es su cuerpo, y él su Salvador”.
(vs. 24) Pablo pone nuevamente la relación Cristo con la iglesia pues ésta se sujeta a Él, y del mismo modo “también las casadas lo estén a sus maridos en todo”. Este tipo de sujeción tiene que ser en pureza y santidad, donde los roles de ambos se cumplen para honrar a Dios como la iglesia honra a Dios al sujetarse a Cristo.
(vs. 25) Ahora el Señor le enseña al marido que debe amar a su mujer. No hay verdadera sumisión si el marido no ama a su  esposa. Nuevamente se usa la figura Cristo-iglesia, “así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella”. El marido debe darse por el cuidado de su esposa y de su familia.
(vs. 26) La iglesia se santifica, se aparta cada vez más del mundo para prepararse y poder recibir a su “marido”. Ahora la iglesia ejerce “esta purificación con el lavamiento del agua con la palara”. La palabra de Dios debe ser el elemento importante para que ambos (marido y mujer) ejerzan sus roles en obediencia a Dios, si la palabra de Dios no es la base para construir un hogar, no funciona nada.
(vs. 27) Jesús tiene una meta con la iglesia y es que ella debe presentarse algún día ante Él como una iglesia “gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha”. El marido debe cuidar a su mujer y velar por su salud espiritual. La responsabilidad del cuidado espiritual del hogar recae principalmente en el varón.
(vs. 28) La relación de un matrimonio debe estar fundamentada en el amor (Col. 3:14). El bien que hace el marido a su mujer es como si se lo hiciera a sí mismo y viceversa. Por eso dice Pablo “los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su mujer, a sí mismo se ama”.
(vs. 29) Aquí Pablo destaca la responsabilidad del hombre con respecto a su mujer. Habla del cuidado y sustento, no sólo en el ámbito material, sino emocional, y espiritual, y compara esto con la relación Cristo-iglesia, “sino que la sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia”.
(vs. 30) La relación entre Cristo-iglesia es tan intrínseca que dice “porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos”. Si bien es cierto nuestra unión con Cristo es mística, esto no deja duda de que también al Señor le debemos fidelidad y rendición plena de nuestro cuerpo; éste debe ser cuidado porque es “templo del Espíritu Santo” (1 Co. 6:19). La relación esposo-esposa es similar, el cuerpo de ambos tiene una pertenencia mutua.
(vs. 31) La idea anterior es remarcada por lo que ahora dice Pablo de que el hombre abandone su hogar de origen para unirse a su mujer y de esa manera los dos sean “una sola carne”. Es saludable la convivencia del matrimonio fuera del hogar paternal de ambos porque la interferencia de los padres suele ser peligrosa.
(vs. 32) Pablo considera que la relación Cristo-iglesia “es un misterio”, es probable que no se comprenda a cabalidad, pero lo revelado de ella nos permite también hacerlo práctico en el ámbito del matrimonio.
(vs. 33) Pablo recapitula lo que mencionó más arriba con respecto a que el marido “ame a su mujer”, es claro que cuando existe esta condición pues vendrá la otra también, “y la mujer respete a su marido”. El amor conduce al respeto. El principio de autoridad está fundamentado en el amor, en el trato amable y cuidadoso. Muchas mujeres dejaron de respetar a sus maridos, porque estos sencillamente dejaron de mostrarles amor.

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