EL HOGAR QUE DIOS DESEA (Ef. 5:21-6:4)
INTRODUCCION.- Alguien dijo: “La familia, la casa paterna,
es como una iglesia de orden natural, que rara vez niega un alivio y que
prepara el alma a consuelos mayores. La familia que asiste a la iglesia unida, permanece
unida. Asistamos a los cultos con todos nuestros hijos”. Hablar sobre la
familia, es entrar a un tema mucho muy delicado puesto que se trata de
personas, y no de objetos, hablar de la familia de un modo u otro a todos nos
compete. Todos, deseamos y soñamos con tener la familia ideal, y ello es
natural por el amor que sentimos por ella, y es posible tener una familia
saludable con la ayuda de Dios. Pero ¿qué desea ver Dios en un hogar?
LA
RELACIÓN SALUDABLE ENTRE ESPOSO-ESPOSA
(vs. 21) La sumisión es el sometimiento,
acatamiento y la subordinación. Son términos que a nadie le gusta escuchar,
pero que en el ámbito del matrimonio sirven. La sumisión de la pareja debe ser
mutua, ambos cumplen roles diferentes, pero para llevar adelante el matrimonio deben
a veces estar dispuestos a renunciar a ciertos derechos por el bien de la
pareja, de los hijos o del hogar en general.
(vs. 22) La biblia enseña que la casada debe
estar “sujeta a su marido, como al Señor”. Esta no es una imposición machista,
es mandato del Señor. Hay que entender que la sumisión no es un signo de
inferioridad, sino de obediencia.
(vs. 23) Ahora la biblia llama al marido a
ser “cabeza de la mujer”, es decir lo llama a ser jefe de la familia. No
significa que el hombre va a hacer lo que le plazca con su mujer. Habla de la responsabilidad
y protección que debe brindar. Compara esta relación del hogar con la relación
de Cristo con la iglesia, “la cual es su cuerpo, y él su Salvador”.
(vs. 24) Pablo pone nuevamente la relación
Cristo con la iglesia pues ésta se sujeta a Él, y del mismo modo “también las casadas lo estén a sus
maridos en todo”. Este tipo de sujeción tiene que ser en pureza y santidad, donde
los roles de ambos se cumplen para honrar a Dios como la iglesia honra a Dios
al sujetarse a Cristo.
(vs. 25) Ahora el Señor le enseña
al marido que debe amar a su mujer. No hay verdadera sumisión si el marido no
ama a su esposa. Nuevamente se usa la
figura Cristo-iglesia, “así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí
mismo por ella”. El marido debe darse por el cuidado de su esposa y de su
familia.
(vs. 26) La iglesia se santifica,
se aparta cada vez más del mundo para prepararse y poder recibir a su “marido”.
Ahora la iglesia ejerce “esta purificación con el lavamiento del agua con la
palara”. La palabra de Dios debe ser el elemento importante para que ambos
(marido y mujer) ejerzan sus roles en obediencia a Dios, si la palabra de Dios
no es la base para construir un hogar, no funciona nada.
(vs. 27) Jesús tiene una meta con
la iglesia y es que ella debe presentarse algún día ante Él como una iglesia
“gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese
santa y sin mancha”. El marido debe cuidar a su mujer y velar por su salud
espiritual. La responsabilidad del cuidado espiritual del hogar recae
principalmente en el varón.
(vs. 28)
La relación de un matrimonio debe estar fundamentada en el amor (Col. 3:14). El
bien que hace el marido a su mujer es como si se lo hiciera a sí mismo y viceversa.
Por eso dice Pablo “los
maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos. El que ama a su
mujer, a sí mismo se ama”.
(vs. 29)
Aquí Pablo destaca la responsabilidad del hombre con respecto a su mujer. Habla
del cuidado y sustento, no sólo en el ámbito material, sino emocional, y
espiritual, y compara esto con la relación Cristo-iglesia, “sino que la
sustenta y la cuida, como también Cristo a la iglesia”.
(vs. 30)
La relación entre Cristo-iglesia es tan intrínseca que dice “porque somos
miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos”. Si bien es cierto nuestra
unión con Cristo es mística, esto no deja duda de que también al Señor le
debemos fidelidad y rendición plena de nuestro cuerpo; éste debe ser cuidado
porque es “templo del Espíritu Santo” (1 Co. 6:19). La relación esposo-esposa
es similar, el cuerpo de ambos tiene una pertenencia mutua.
(vs. 31)
La idea anterior es remarcada por lo que ahora dice Pablo de que el hombre
abandone su hogar de origen para unirse a su mujer y de esa manera los dos sean
“una sola carne”. Es saludable la convivencia del matrimonio fuera del hogar paternal
de ambos porque la interferencia de los padres suele ser peligrosa.
(vs. 32)
Pablo considera que la relación Cristo-iglesia “es un misterio”, es probable
que no se comprenda a cabalidad, pero lo revelado de ella nos permite también
hacerlo práctico en el ámbito del matrimonio.
(vs. 33)
Pablo recapitula lo que mencionó más arriba con respecto a que el marido “ame a
su mujer”, es claro que cuando existe esta condición pues vendrá la otra también,
“y la mujer respete a su marido”. El amor conduce al respeto. El principio de
autoridad está fundamentado en el amor, en el trato amable y cuidadoso. Muchas
mujeres dejaron de respetar a sus maridos, porque estos sencillamente dejaron
de mostrarles amor.
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