viernes, 5 de octubre de 2012
Lecciones de fe en Huaraz
Turmanyé, el programa que desarrolla Alianza Solidaria en Perú, podría resumirse en dos frases: Ayuda a la infancia en situación de riesgo y a las familias en situación de exclusión social. Esa ayuda, en estas dos vertientes, se refleja en la labor realizada desde 1999 en Huaraz, una ciudad situada a más de 3000 metros de altitud y con grandes necesidades de desarrollo social y educativo.
Perú es un país en el que sus mayores necesidades tienen que ver con el 36% de la población: menores de 17 años, de los cuales un 60% vive en situación de pobreza. Alrededor de 3.300.000 niños y adolescentes entre 5 y 17 años se ven obligados a trabajar, privándoles de la oportunidad de ir a la escuela. De hecho, sólo el 33% de los adolescentes termina su secundaria. Las condiciones de trabajo además no son halagüeñas: lo hacen en basureros, sufriendo la dureza de la minería o dando servicios varios en las calles. Un 70% trabaja en condiciones peligrosas, según los datos facilitados por Alianza Solidaria.
En este lugar trabaja desde el año 1999 la Alianza Solidaria, bajo el Programa Turmanyé. Desde España se apoya la labor de la Asociación Arco Iris, contraparte local de Alianza Solidaria, establecida en Huaraz. Algunos voluntarios participan viajando desde España, aunque las características del destino y la labor exigen un tiempo extendido de voluntariado . Así lo recordaba la directora de la Alianza en una reciente entrevista en Protestante Digital: “Las personas deben adaptarse a la altitud y deben formarse para lo que deben hacer”, decía Francisca Capa. Es por eso que el viaje no suele durar menos de dos meses.
NOVENTA DÍAS A 3000 MTS DE ALTURA
Y fueron tres los meses que pasó Sara Álvarez, de fe evangélica, en Perú en el año 2010. Ella acababa de terminar la carrera de trabajo social y sentía la necesidad de vivir una experiencia de voluntariado. “Sin saber demasiado más y tras orar, Dios contestó 'Latinoamérica'. Me hablaron del Programa Turmanyé que la Alianza Solidaria realizaba. Desde ese momento en mi corazón una y otra vez latía el nombre de Perú”, cuenta Sara.
Esa pasión no se detuvo cuando Sara llegó a su destino, Huaraz, donde se involucró en las casas de acogida. “Las casas Arco Iris son dos hogares infantiles para niños que han sufrido algún tipo de maltrato, abuso sexual, abandono o situación que no les permite seguir en su domicilio”, explica Sara. En el hogar se cuida de los menores y se les provee para sus necesidades físicas y afectivas: “cumple las funciones de una auténtica familia guiada por el amor de Dios”, dice esta voluntaria.
El buen trabajo y testimonio de este hogar les ha llevado a plantear la construcción de una segunda casa. “Actualmente hay un solo hogar y un piso de emancipación para las chicas que ya han cumplido la mayoría de edad. En total hay casi 30 menores y la necesidad de construir una segunda casa es apremiante”, añade.
NIÑOS QUE SUFREN
La situación general de los menores en Huaraz impresionó a Sara. “Hay una gran cantidad de niños deambulando por las calles de la ciudad durante todo el día. Muchos de ellos no asisten regularmente a la escuela o la han abandonado porcompleto, y están mendigando, trabajando como limpiabotas, vendiendo... Todo esto les hace muy vulnerables, no solamente por las escasas perspectivas de futuro si no porque al pasar tanto tiempo en la calle les hace susceptibles de caer con frecuencia en la delincuencia, drogadicción o prostitución”.
El trabajo de Turmanyé llega también a estos niños gracias a un centro de apoyo a los chicos trabajadores de la calle. “Allí se ofrece refuerzo escolar, actividades lúdico-culturales, promoción de salud e higiene, devocionales, además de las visitas a las familias y coordinación con los colegios que las responsables del programa realizan”, cuenta la voluntaria.
UNA FE SENCILLA Y REAL
Será, parafraseando al profeta, que en medio de la oscuridad brilla una gran luz. Porque a pesar de “la realidad social” y la dura situación del país, Sara quedó impresionada por “la fe tan práctica” de las personas. “La dependencia de Dios era mucho más latente que la que en gran parte vivimos en nuestro país. La gente busca a Dios y confía en que Él es fiel y Él provee” , afirma.
“Me impactó ver la fe de los niños del hogar. Destacaría por un lado, la unidad entre los diferentes niños, formaban una gran familia y cuidaban los unos de los otros - recuerda Sara -. Dentro del hogar muchos de ellos son hermanos entre sí, pero es difícil saber quiénes lo son ya que todos se tratan como tal”.
“Por otro lado – continúa Sara - me impactó mucho ver la despedida de dos de los pequeños de la casa al ser adoptados por una familia italiana. Me impactó ver sus caras de felicidad al gritar frases como: 'Mira tía Sarita, ahora tenemos unos papás para nosotros solos o 'Mira, mi casa de Italia tiene piscina, justo lo que le había pedido a Dios!'”.
UN REGALO DE DIOS
Sara concluye que la experiencia de voluntariado “es uno de los mayores regalos de Dios para mi vida. Dios fue quién me llevó a comprometerme. Hasta entonces siempre había pensado 'Eso no es para mí', pero los 3 meses que viví en Perú se han ganado un lugar muy importante en mi corazón”.
No es extraño que Sara recomiende a otros un viaje de este tipo. “Recibí muchas lecciones de humildad, sencillez, amor, fe, felicidad y pequeños detalles capaces de llenar grandes rincones. Personalmente repetiría una oportunidad así cada año de mi vida”.
“Desde aquí, animaría a todas aquellas personas que se lo están planteando, a hacerlo. Sin duda es una experiencia que va a abrir tu mente para ver cosas con las que siempre has vivido y probablemente nunca antes hayas sido realmente consciente”, reconoce la voluntaria.
PÉRDIDA COMO GANANCIA
De todo esto Sara aprendió, entre otras cosas, a valorar cosas que hasta ahora pasaba por alto. “Nunca antes se me habría ocurrido celebrar que con tan solo girar el grifo, pudiera tener agua potable. La situación de pobreza extrema te hace entender todo lo que tienes y por supuesto, te hace entender que no es lo que tienes materialmente lo que te da la felicidad y la plenitud”.
Esto le lleva a reflexionar sobre la crisis económica que vivimos en España desde una perspectiva realista, sin dejar lugar a la desesperanza. “La alarma que vivimos es normal – explica - La situación no es de mejora, debemos aprender a vivir con menos y eso siempre es difícil. Hay familias que ya están viviendo situaciones de desamparo, cosas que antes veíamos muy lejos y que tenemos mucho más cerca”.
Pero al pensar en la crisis, Sara Álvarez apunta a que es una situación en la que tenemos cosas que aprender. “En Huaraz aprendí que no debemos poner nuestra esperanza en lo que se ve, en lo que tenemos. Solo si ponemos nuestra esperanza y seguridad en Dios no nos será arrebatada. En medio de esta crisis, nos toca agradecer lo que tenemos y lo que hemos tenido. Y puede, solo puede, que perder algunas cosas nos de una mayor visibilidad de Dios”.
Para conocer más sobre el programa Turmanyé, así como otros de Alianza Solidaria, pueden visitar su página web o consultar el último numero de su revista.
Autores: Daniel Hofkamp
Editado por: Protestante Digital 2012
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