miércoles, 23 de julio de 2025

ENTRE EL SUELDO Y EL SACRIFICIO

 



El ministerio pastoral es una de las responsabilidades más nobles y delicadas del cuerpo de Cristo. Jesús, como el Buen Pastor, nos dejó el modelo perfecto de lo que significa cuidar, amar, guiar y proteger a las ovejas (Juan 10). Sin embargo, en ese mismo pasaje, el Señor también advirtió sobre la presencia de otro tipo de líder: el asalariado, que no tiene amor genuino por el rebaño y solo busca su propio beneficio.
La diferencia entre ambos no radica únicamente en su posición o función, sino en el corazón, la motivación y la manera en que ejercen el ministerio. En tiempos donde el liderazgo eclesial puede ser distorsionado por intereses personales, es urgente reflexionar a la luz de las Escrituras sobre estos dos perfiles pastorales.
1. El Pastor Asalariado: características
Jesús dijo:
“Mas el asalariado, y que no es el pastor, de quien no son propias las ovejas, ve venir al lobo y deja las ovejas y huye; y el lobo arrebata las ovejas y las dispersa. Así que el asalariado huye, porque es asalariado, y no le importan las ovejas.”—Juan 10:12–13
a. Motivación económica o personal
El asalariado no sirve por amor a Dios ni al rebaño, sino por el beneficio que pueda obtener. Su principal preocupación es el salario, la comodidad o el prestigio, no el bienestar de las almas.
“Avaros de ganancias deshonestas...” (Tito 1:7)
b. Falta de compromiso en la adversidad
Cuando surgen dificultades, el asalariado huye o se esconde, pues no está dispuesto a sacrificarse. No protege ni defiende a las ovejas porque no le pertenecen en su corazón. No lucha contra el pecado, ni cuida la doctrina, ni enfrenta al “lobo”.
c. Desconexión emocional con el rebaño
El asalariado no conoce a las ovejas ni las ama. Las trata como números o medios para un fin. No hay ternura, compasión ni disposición a acompañarlas en sus cargas.
d. Predicación superficial o complaciente
Para mantener su posición, el asalariado predica lo que agrada al oído. Evita confrontar el pecado o incomodar, porque su objetivo no es transformar vidas, sino retener seguidores.
“Tendrán comezón de oír, y se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias.”—2 Timoteo 4:3
e. Enfoque en sí mismo
El pastor asalariado busca su propia gloria, no la de Cristo. Usa el púlpito y el liderazgo para promover su imagen, controlar, o beneficiarse social o económicamente.
2. El Pastor que Ama a las Ovejas: características
Jesús dijo:
“Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas.” —Juan 10:11
a. Sirve por amor a Cristo y a las ovejas
El verdadero pastor es movido por un llamado divino, no por intereses personales. Ama a las ovejas porque ama al Dueño del rebaño. Su motivación es el amor sacrificial, no la recompensa terrenal.
“Apacienta mis ovejas, si me amas...”—Juan 21:16
b. Está dispuesto a sacrificarse
No abandona cuando llegan los problemas. Enfrenta a los lobos, cuida la sana doctrina, corrige con amor y sufre junto a las ovejas. Su entrega es total.
“Con lágrimas os he enseñado... no he rehuido anunciaros todo el consejo de Dios.” —Hechos 20:27–31
c. Conoce y se involucra con las ovejas
El pastor que ama vive con las ovejas, las visita, ora por ellas, las escucha y las guía. Sabe lo que están pasando y las llama por su nombre.
“Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen.”—Juan 10:27
d. Enseña con fidelidad y verdad
No acomoda el mensaje. Enseña todo el consejo de Dios, aunque duela, porque sabe que la verdad es lo que salva, transforma y protege.
“Predica la palabra... redarguye, reprende, exhorta con paciencia y doctrina.”
—2 Timoteo 4:2
e. Glorifica a Cristo, no a sí mismo
El verdadero pastor disminuye para que Cristo crezca. Él sabe que el rebaño no le pertenece, que es solo un siervo del Buen Pastor.
“No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor.”
—2 Corintios 4:5
Reflexión
En estos tiempos, donde muchos buscan el ministerio como una carrera, una plataforma o un medio para alcanzar poder o prestigio, la Palabra de Dios nos llama a discernir con claridad y valentía entre el pastor asalariado y el pastor verdadero.
El primero sirve mientras le conviene, busca su interés, y huye ante el peligro. El segundo permanece fiel aunque cueste la vida, porque su corazón late al compás del corazón del Buen Pastor.
La iglesia necesita líderes con entrañas de compasión, integridad y pasión por las almas, no mercenarios de púlpito. El verdadero pastor se quebranta con las heridas de las ovejas, las busca cuando se pierden, las alimenta con la verdad y las protege con celo santo.
La diferencia no es externa: es una cuestión del corazón.
¿Sirvo por amor o por interés? ¿Estoy dispuesto a dar la vida, o solo sirvo mientras recibo?
Que cada pastor, líder y siervo del Señor pueda decir como Pablo:
“Con gran lucha combatí por vosotros... para presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre.” —Colosenses 1:28–29
Y que al final de su carrera, pueda escuchar:
“Bien, buen siervo y fiel...” (Mateo 25:21)

 

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