martes, 15 de abril de 2025

LA CONCIENCIA. GUARDIANA DEL ALMA

 



Vivimos en un mundo donde lo malo se disfraza de bueno y donde lo oculto muchas veces se tolera con ligereza. Sin embargo, dentro de cada ser humano, Dios ha colocado una voz silenciosa pero poderosa: la conciencia. Esta voz interior, cuando está alineada con la Palabra de Dios, nos advierte, nos corrige y nos protege del pecado. Guardar la conciencia limpia es vital para mantener una vida en comunión con Dios y con los demás.

La conciencia es ese sentido interno que aprueba o condena nuestras acciones. El apóstol Pablo se refiere a ella en múltiples ocasiones:

“Y por esto procuro tener siempre una conciencia sin ofensa ante Dios y ante los hombres.” – Hechos 24:16

Dios nos ha dado la conciencia para que, junto con su Palabra y el Espíritu Santo, podamos discernir entre lo bueno y lo malo. Cuando hacemos lo correcto, nuestra conciencia nos da paz; cuando hacemos lo incorrecto, nos inquieta.

Uno de los errores más comunes es pensar que, si nadie ve lo que hacemos, no hay consecuencias. Pero la Biblia nos recuerda: “Porque los caminos del hombre están ante los ojos de Jehová, y Él considera todas sus veredas.” – Proverbios 5:21

Nada escapa a los ojos de Dios. Él conoce nuestros pensamientos, nuestras intenciones y aún lo que hacemos en secreto. Vivir con una conciencia limpia es vivir como si Dios nos estuviera observando siempre, porque en realidad, así es.

Muchos piensan que pueden pecar y luego "arreglarlo" más adelante. Pero la Palabra es clara: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará.” – Gálatas 6:7

Podemos engañar a los hombres, pero nunca a Dios. Cada mentira, cada engaño, cada decisión tomada en secreto con malas intenciones… trae consecuencias. A veces no inmediatas, pero sí inevitables.

Un joven iba a su entrevista de trabajo con una camisa blanca impecable. En el camino, se detuvo a comer algo rápido y sin querer se manchó con salsa. No quiso volver a casa a cambiarse, pensando que “nadie se daría cuenta”. Pero al llegar a la entrevista, el gerente lo miró y le dijo:

—“Si no puede cuidar su apariencia para una ocasión importante, ¿cómo cuidará los detalles en esta empresa?”

Así es el pecado: aunque parezca pequeño y oculto, mancha nuestra conciencia y con el tiempo, sale a la luz.

En otra ocasión una madre horneó galletas y dijo a su hijo:

—“No comas ninguna hasta que regrese”.

El niño esperó… pero el olor era irresistible. Tomó una, luego otra. Al oír la puerta, se limpió la boca y se sentó como si nada. La madre, sin decir palabra, lo miró y preguntó:

—“¿Estás bien?”

El niño asintió, pero no podía mirarla a los ojos.

La conciencia lo acusaba. No necesitaba castigo; su interior ya lo había juzgado.

Vivir con una conciencia limpia delante de Dios y de los hombres produce paz, seguridad y autoridad espiritual.

“El testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios... nos hemos conducido en el mundo” – 2 Corintios 1:12

El creyente que cuida su conciencia no teme a la oscuridad, ni a las acusaciones, ni al pasado… porque sabe que ha caminado con integridad.

Guardar la conciencia es vivir con reverencia a Dios, sabiendo que Él lo ve todo, lo juzga todo y lo recompensa todo. No se trata de vivir con miedo, sino con convicción. Con un corazón dispuesto a obedecer, a corregirse y a caminar en luz.

“Bienaventurado el hombre que no se condena a sí mismo en lo que aprueba.” – Romanos 14:22b

Pidamos a Dios que nos ayude a no callar la voz de la conciencia, sino a afinarla conforme a su Palabra. Porque al final del camino, la conciencia limpia será uno de nuestros mayores tesoros ante Dios.

 

No hay comentarios:

EL PELIGRO DEL EGO EN EL LIDERAZGO PASTORAL

  El ministerio pastoral es una de las más altas responsabilidades que un ser humano puede recibir. No es un lugar para engrandecerse, sin...