miércoles, 9 de abril de 2025

CUANDO UNA NACIÓN SE ALEJA DE DIOS

 


 


Una reflexión urgente sobre el Perú de hoy

Vivimos tiempos oscuros. Y no solo por la inestabilidad política o la crisis económica que golpea a miles de familias. Lo que realmente debería alarmarnos es algo más profundo: la decadencia moral y espiritual que está carcomiendo el corazón de nuestra nación.

El Perú, como muchas otras naciones de Latinoamérica, se ha convertido en tierra fértil para la corrupción, la violencia y la inmoralidad. Pareciera que el mal avanza sin oposición, que el pecado se ha normalizado, y que el temor de Dios ha desaparecido del corazón de muchos.

La Biblia nos advierte que esto sucedería cuando una sociedad da la espalda a Dios: “La justicia engrandece a la nación; mas el pecado es afrenta de las naciones.” (Proverbios 14:34).

Corrupción: una herida que no sana

Cada año vemos nuevos escándalos, nuevos nombres, nuevas caras, pero el mismo fondo: corrupción. Gobernantes que se enriquecen a costa del pueblo, autoridades que hacen de la mentira una herramienta política, y un sistema que se repite una y otra vez.

Pero la corrupción no está solo en los palacios. Está en las calles, en los negocios, en las aulas, en los hogares. Está en el corazón del hombre. Y eso es lo más peligroso: hemos aprendido a convivir con el pecado como si fuera parte normal de la vida.

Violencia: el lenguaje de una sociedad herida

Los noticieros están llenos de asesinatos, robos, feminicidios, pandillaje, trata de personas. Pareciera que la vida ha perdido valor, lo que antes escandalizaba, hoy solo genera indiferencia. La violencia se ha vuelto cotidiana porque la conciencia está cauterizada.

Pero la Palabra de Dios nos recuerda: “No se apartará de tu boca este libro de la ley… porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.” (Josué 1:8). ¿Dónde está esa Palabra en nuestras escuelas, en nuestras leyes, en nuestros hogares?

Inmoralidad: cuando lo malo se celebra

Vivimos en una época donde se llama “bueno” a lo malo, y “malo” a lo bueno. La inmoralidad se disfraza de libertad. La pureza se burla. El matrimonio se trivializa. La familia se desfigura. Y lo peor: muchos cristianos guardan silencio o incluso se adaptan.

Pablo ya lo advertía: “Afirmando ser sabios, se hicieron necios… cambiaron la verdad de Dios por la mentira…” (Romanos 1:22,25). Cuando se pierde el estándar moral que solo Dios puede dar, todo se desordena.

La raíz: el pecado, y el remedio: el arrepentimiento

La raíz de esta decadencia no es solo la política, ni la economía, ni la cultura. Es el pecado, y la única solución verdadera no es un cambio de gobierno ni una reforma educativa, es el arrepentimiento.

Dios no está ausente. Dios no está indiferente. Él está llamando a su pueblo al quebrantamiento. Él está esperando que Perú se vuelva a Él con sinceridad.

“Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado… yo oiré desde los cielos, perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra.” (2 Crónicas 7:14).

Dios puede sanar al Perú. Dios puede restaurar familias, transformar gobiernos, levantar generaciones con temor de Él. Pero todo empieza con un corazón arrepentido.

Un llamado urgente

Hoy, más que nunca, necesitamos volver al evangelio, no a la religión vacía. No a la fe superficial. Volver a Cristo. A la cruz. A la obediencia. Este es el momento de tomar una decisión personal y nacional.

Si eres cristiano, despierta del letargo. Si nunca le diste tu vida a Jesús, hoy es el día de salvación. Si sientes que no puedes hacer mucho, recuerda: Dios puede cambiar una nación empezando por un solo corazón arrepentido.

Que no pase un día más sin doblar rodillas. Que no pase una semana más sin clamar por nuestra tierra. Que no dejemos que el pecado siga destruyendo lo que Dios quiere redimir.

Perú necesita un avivamiento. Y ese avivamiento empieza en ti.

¿Te unirás al clamor por una nación que vuelva a Dios?

 

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