En la
actualidad, muchos siervos de Dios enfrentan una lucha interna: ¿seguir el
llamado ministerial con un corazón desprendido o priorizar sus necesidades
económicas y familiares? Esta reflexión busca confrontar nuestras motivaciones
a la luz de la Palabra de Dios.
1. El
ministerio no es un empleo, es un llamado.
El apóstol
Pablo declara: “Si anuncio el evangelio, no tengo de qué gloriarme, porque me
es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1 Corintios
9:16). Pablo entendía que su servicio a Dios no era una opción basada en
conveniencias económicas, sino una misión ineludible. Su motivación no era el
sustento, sino el amor por Cristo y las almas.
Hoy, muchos
buscan “oportunidades ministeriales” como quien busca un mejor empleo,
priorizando el sueldo, los beneficios y la estabilidad. Pero el verdadero
siervo no trabaja por contrato, sino por amor a Dios.
2. El
peligro de convertir el ministerio en un medio de lucro.
Jesús
advirtió claramente: “No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24).
Cuando el enfoque principal se desplaza hacia el aspecto financiero, el
ministerio pierde su esencia. El apóstol Pedro también exhorta: “Apacentad la
grey de Dios […] no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto” (1 Pedro
5:2).
El
ministerio no debe ser visto como una plataforma para el bienestar personal,
sino como una oportunidad para servir a otros desinteresadamente.
3. Las
necesidades son reales, pero la prioridad es Cristo.
Es cierto
que los siervos de Dios tienen necesidades materiales. La Biblia enseña que “el
obrero es digno de su salario” (1 Timoteo 5:18). Sin embargo, esto no debe
convertirse en la razón principal para servir. La actitud correcta es la de
confiar en que Dios proveerá mientras se sirve fielmente.
Jesús enseñó
a sus discípulos a depender de la provisión divina: “Buscad primeramente el
reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo
6:33). La prioridad siempre debe ser el Reino, no el sustento.
4. Servir
a Dios incondicionalmente.
La verdadera
motivación para servir debe ser el amor por Cristo y el deseo de glorificar su
nombre. Jesús preguntó a Pedro: “¿Me amas?… Apacienta mis ovejas” (Juan
21:15-17). No le preguntó por sus necesidades económicas, sino por su amor.
El servicio
a Dios requiere de una entrega total, aun si eso implica sacrificios personales
y económicos. La recompensa de un siervo fiel no siempre es material, sino
eterna.
Si nuestra
motivación principal es el salario, estamos buscando trabajo; pero si es el
amor a Dios y la pasión por las almas, entonces realmente estamos sirviendo.
Que nuestro enfoque esté siempre en agradar a Aquel que nos llamó, confiando en
que Él suplirá todas nuestras necesidades conforme a sus riquezas en gloria
(Filipenses 4:19).
No hay comentarios:
Publicar un comentario