viernes, 7 de marzo de 2025

¿BUSCAS TRABAJO O BUSCAS SERVIR A DIOS?

 


En la actualidad, muchos siervos de Dios enfrentan una lucha interna: ¿seguir el llamado ministerial con un corazón desprendido o priorizar sus necesidades económicas y familiares? Esta reflexión busca confrontar nuestras motivaciones a la luz de la Palabra de Dios.

1. El ministerio no es un empleo, es un llamado.

El apóstol Pablo declara: “Si anuncio el evangelio, no tengo de qué gloriarme, porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciare el evangelio!” (1 Corintios 9:16). Pablo entendía que su servicio a Dios no era una opción basada en conveniencias económicas, sino una misión ineludible. Su motivación no era el sustento, sino el amor por Cristo y las almas.

Hoy, muchos buscan “oportunidades ministeriales” como quien busca un mejor empleo, priorizando el sueldo, los beneficios y la estabilidad. Pero el verdadero siervo no trabaja por contrato, sino por amor a Dios.

2. El peligro de convertir el ministerio en un medio de lucro.

Jesús advirtió claramente: “No podéis servir a Dios y a las riquezas” (Mateo 6:24). Cuando el enfoque principal se desplaza hacia el aspecto financiero, el ministerio pierde su esencia. El apóstol Pedro también exhorta: “Apacentad la grey de Dios […] no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto” (1 Pedro 5:2).

El ministerio no debe ser visto como una plataforma para el bienestar personal, sino como una oportunidad para servir a otros desinteresadamente.

3. Las necesidades son reales, pero la prioridad es Cristo.

Es cierto que los siervos de Dios tienen necesidades materiales. La Biblia enseña que “el obrero es digno de su salario” (1 Timoteo 5:18). Sin embargo, esto no debe convertirse en la razón principal para servir. La actitud correcta es la de confiar en que Dios proveerá mientras se sirve fielmente.

Jesús enseñó a sus discípulos a depender de la provisión divina: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mateo 6:33). La prioridad siempre debe ser el Reino, no el sustento.

4. Servir a Dios incondicionalmente.

La verdadera motivación para servir debe ser el amor por Cristo y el deseo de glorificar su nombre. Jesús preguntó a Pedro: “¿Me amas?… Apacienta mis ovejas” (Juan 21:15-17). No le preguntó por sus necesidades económicas, sino por su amor.

El servicio a Dios requiere de una entrega total, aun si eso implica sacrificios personales y económicos. La recompensa de un siervo fiel no siempre es material, sino eterna.

Si nuestra motivación principal es el salario, estamos buscando trabajo; pero si es el amor a Dios y la pasión por las almas, entonces realmente estamos sirviendo. Que nuestro enfoque esté siempre en agradar a Aquel que nos llamó, confiando en que Él suplirá todas nuestras necesidades conforme a sus riquezas en gloria (Filipenses 4:19).

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