Clama
a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no
conoces. Jer. 33:3
Este
versículo se encuentra en el contexto del cautiverio de los israelitas en
Babilonia. Jeremías, el profeta, está en la cárcel, y Dios le habla acerca de
la restauración futura de Israel. Es en este contexto que Dios invita a su
pueblo a clamar a Él en oración.
La
promesa de Dios en este texto es profunda. Invita a la comunión íntima con Él a
través de la oración ferviente. Aquellos que lo buscan con sinceridad y
humildad pueden esperar no solo respuestas a sus peticiones, sino también la
revelación de "cosas grandes y ocultas". Esto sugiere que Dios está
dispuesto a compartir conocimiento y revelación con aquellos que buscan su
rostro.
Esta
promesa también resalta la soberanía de Dios y su disposición a guiar y enseñar
a su pueblo. La relación entre Dios y su pueblo es dinámica, y la comunicación
a través de la oración es fundamental en esta conexión.
Asimismo,
nos recuerda la importancia de la oración persistente y nos ofrece la esperanza
de que Dios responde a nuestras súplicas y nos revela cosas más allá de nuestra
comprensión. Es un recordatorio de la bondad de Dios y su deseo de estar en
relación con nosotros.
En
resumen, Dios que ve los corazones desea ver nuestra comunión sincera y profunda,
y nuestro diálogo con Él también debe serlo. La forma más clara y evidente de
ver un corazón que busca a Dios de verdad es a través de la oración intensa y
ferviente, es cuando el corazón se humilla de verdad y suplica con ansias la
intervención divina frente a un problema o necesidad que requiere solución.
Esto en contraste con las oraciones superficiales y somnolientas que muchos
hacen y que no trascienden. ¿Deseas ver el obrar de Dios en tu vida? ¿Deseas
que Dios manifieste su poder glorioso en tu vida y en aquellos por quienes
intercedes? Pues clama y hazlo de todo corazón y Él te enseñará las cosas que
escapan a tu comprensión y conocimiento.
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