Dice la palabra de Dios: “Mas alábese en esto el que se
hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago
misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice
Jehová” (Jer. 9:24). En tiempos como los que vivimos, muchos se dedican a
estudiar, hacer una profesión, hacer maestrías, doctorados. Y todo esto está
bien, se requiere cada vez más que haya profesionales capacitados. Sin
embargo, son pocos los que aceptan el desafío de conocer a Dios, generalmente
lo postergan, o sencillamente no les interesa. Nuestras iglesias están pobladas
de creyentes que conocen tanto de biblia como yo de astronomía, y muchos viven
en una total ignorancia, no quiero pecar de exagerado, pero muchos buscan
Génesis en la mitad de la biblia, y las epístolas de Pablo en el Antiguo
Testamento para que veas qué poco hojean las Escrituras. Esta situación
generará a la larga otros males, al haber creyentes que desconocen la biblia
serán presa fácil de los ataques de diversas doctrinas heréticas que circulan
por allí y muchos las abrazarán. No sólo eso, la ignorancia bíblica te impide
conocer la voluntad de Dios, algo importante para el creyente si es que desea
agradar a su Creador, porque Jesús dijo: “No todo el que me dice: Señor, Señor,
entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que
está en los cielos” (Mt. 7:21). Si quieres entrar al cielo debes aceptar a
Cristo en tu corazón, pero también debes evidenciar que eres salvo al hacer la voluntad de Dios, caso contrario,
no entras. Entonces conocer a Dios es importante es un ejercicio espiritual
constante, diario y disciplinado. Una acepción de “conocer” es tener idea o
captar por medio de las facultades intelectuales la naturaleza, cualidades y
circunstancias de las personas o las cosas. ¿Cómo podrías captar las cualidades
y los atributos de Dios si no lees su palabra? ¿Cómo podrías entender el
carácter de Dios y la forma cómo Él trata contigo si no es por medio de su
revelación escrita? Hoy por hoy, existen
muchos “soñadores” por allí que ya no usan la biblia cuando predican, comparten
sus sueños, visiones engañando a los incautos de que Dios les ha dado una nueva
“revelación”. La revelación de Dios empieza en Génesis y termina en Apocalipsis
y no hay nada más que revelar. Lo que requerimos ahora es que Dios “ilumine”
nuestro entendimiento para comprender lo que nos quiere decir por medio de su
palabra. Si quieres añadir más revelación de la que tenemos pues debes prestar
atención a la siguiente advertencia del Señor: “Yo testifico a todo aquel que
oye las palabras de la profecía de este libro: Si alguno añadiere a estas
cosas, Dios traerá sobre él las plagas que están escritas en este libro. Y si alguno quitare de las palabras del libro
de esta profecía, Dios quitará su parte del libro de la vida, y de la santa
ciudad y de las cosas que están escritas en este libro” (Ap. 22:18-19). No se
debe tomar con ligereza la palabra del Señor. Conocer a Dios no es sólo
adquirir conocimiento intelectual de Dios, no es sólo mera información de la
divinidad, es más que todo esto. Es hacer que ese caudal de conocimiento que
recibo de su palabra se haga carne en mí. Que los preceptos y ordenanzas de
Dios los haga parte de mi conducta y de mi estilo de vida, es buscar asemejarme
cada vez más a Aquél que dio su vida por mí en la cruz y de quien Juan dice: “El
que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Jn. 2:6). Sí, cada
día debo ser como Cristo, debo manifestar en mi carácter y conducta las
cualidades de mi Salvador. Este es el desafío de todo aquel que se hace llamar “discípulo”
de Jesús de estar a la altura de las expectativas que Él, tiene para nosotros,
si lo hacemos entonces Dios no tendrá ningún problema de seguir
perfeccionándonos día a día como dice Pablo: “estando persuadido de esto, que
el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de
Jesucristo” (Fil. 1:6). Sí, querido hermano sigue estudiando, logra los títulos
profesionales y las especializaciones que deseas, no está mal si esto ha de contribuir
a superarte como persona. Sin embargo, debo decirte que estas cosas sólo tienen
utilidad mientras estés en la tierra, porque de nada te servirán en el cielo.
El mejor conocimiento que te abrirá las puertas y te dará las mejores
gratificaciones aquí en la tierra y las recompensas espirituales en el cielo,
es el conocimiento de Dios. Si de algo debes alabarte y gozarte es de conocerlo
a Él, y que este conocimiento sea cada vez mayor y vaya transformando tu vida,
perfeccionándote hasta el día de Jesucristo. De ser así mantén en tu ánimo hoy
lo que el profeta Oseas decía en su tiempo: “Y conoceremos, y proseguiremos en
conocer a Jehová; como el alba está dispuesta su salida, y vendrá a nosotros
como la lluvia, como la lluvia tardía y temprana a la tierra” (Os. 6:3).
lunes, 25 de mayo de 2015
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