lunes, 18 de marzo de 2013

A mayor desigualdad económica, más trastornos mentales



Es evidente que la pobreza y la salud están relacionadas. Sin embargo no siempre se tiene consciencia de que unos niveles altos de desigualdad provocan más enfermedades mentales. Por ejemplo, el porcentaje de enfermos mentales en EEUU o Reino Unido son mayores que los que se pueden encontrar en Nigeria, Dinamarca o Noruega, donde la brecha entre ricos y pobres es menor.
“He localizado 20 estudios, ninguno de ellos en castellano, y dos variables que son importantes – explica Fernando Pérez del Río, coordinador terapéutico de Proyecto Hombre Burgos -. La primera es que una mayor desigualdad entre ricos y pobres aumenta el porcentaje de enfermedad mental. La cohesión social se rompe y la desigualdad genera mucha tensión. La segunda variable se relaciona con los valores que tenga esa sociedad, ya que no es lo mismo ser pobre en un país pobre que ser pobre en un país rico. Es mucho más problemático y enfermizo lo segundo”, detalla Pérez del Río.
En relación con la primera de las variables, el estudio concluye que el grado interno de igualdad o desigualdad económica que presenta un país condiciona directamente la salud mental de sus ciudadanos. Por ello, EE UU o Reino Unido presentan más problemas de salud mental que Suecia, Finlandia o los Países Bajos, por ejemplo, países con bajos niveles de desigualdad.
ENFERMEDADES SOCIALES
“La desigualdad económica favorece el aumento de los trastornos mentales y contribuye a crear una sociedad ansiógena, estresada y frágil. No olvidemos que el trastorno mental también es una construcción social”, apunta el investigador.
Respecto a la segunda de las variables, la asociada con los valores de la sociedad, “está demostrado que ser pobre y vivir en una zona rica puede resultar más dañino para la salud que ser aún más pobre pero vivir en una zona de extrema miseria”. Esto tiene que ver, agrega, con la visión de la pobreza y el fracaso en cada una de estas sociedades.
“Cuando se desprecia esa situación, las personas pobres sienten vergüenza y tienden a aislarse de los demás y a alejarse de la comunidad, puesto que el fracaso se tiende a esconder, tanto más si ese fracaso está asociado al estigma de ser un dependiente o un parásito social”. Por ello, “cuanto menos se desprecia la pobreza o el fracaso más sana es una sociedad”, afirma.
En la misma línea, Pérez del Río concluye que los países más comunitarios y con menos diferencias económicas entre sus habitantes, aquellos que dan más importancia al grupo y gozan de mayor movilidad social – entendida como movimientos individuales o grupales que se producen en el sistema de clases –, “son a la postre los países más sanos”.      

Fuentes: Agencia SINC,

DiCYT

Editado por: Protestante Digital 2013

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