Es evidente que la pobreza y la salud están relacionadas.
Sin embargo no siempre se tiene consciencia de que unos niveles altos de
desigualdad provocan más enfermedades mentales. Por ejemplo, el porcentaje de
enfermos mentales en EEUU o Reino Unido son mayores que los que se pueden
encontrar en Nigeria, Dinamarca o Noruega, donde la brecha entre ricos y pobres
es menor.
“He localizado 20 estudios, ninguno de ellos en castellano,
y dos variables que son importantes – explica Fernando Pérez del Río, coordinador
terapéutico de Proyecto Hombre Burgos -. La primera es que una mayor
desigualdad entre ricos y pobres aumenta el porcentaje de enfermedad mental. La
cohesión social se rompe y la desigualdad genera mucha tensión. La segunda
variable se relaciona con los valores que tenga esa sociedad, ya que no es lo
mismo ser pobre en un país pobre que ser pobre en un país rico. Es mucho más
problemático y enfermizo lo segundo”, detalla Pérez del Río.
En relación con la primera de las variables, el estudio
concluye que el grado interno de igualdad o desigualdad económica que presenta
un país condiciona directamente la salud mental de sus ciudadanos. Por ello, EE
UU o Reino Unido presentan más problemas de salud mental que Suecia, Finlandia
o los Países Bajos, por ejemplo, países con bajos niveles de desigualdad.
ENFERMEDADES SOCIALES
“La desigualdad económica favorece el aumento de los
trastornos mentales y contribuye a crear una sociedad ansiógena, estresada y
frágil. No olvidemos que el trastorno mental también es una construcción
social”, apunta el investigador.
Respecto a la segunda de las variables, la asociada con los
valores de la sociedad, “está demostrado que ser pobre y vivir en una zona rica
puede resultar más dañino para la salud que ser aún más pobre pero vivir en una
zona de extrema miseria”. Esto tiene que ver, agrega, con la visión de la
pobreza y el fracaso en cada una de estas sociedades.
“Cuando se desprecia esa situación, las personas pobres
sienten vergüenza y tienden a aislarse de los demás y a alejarse de la
comunidad, puesto que el fracaso se tiende a esconder, tanto más si ese fracaso
está asociado al estigma de ser un dependiente o un parásito social”. Por ello,
“cuanto menos se desprecia la pobreza o el fracaso más sana es una sociedad”,
afirma.
En la misma línea, Pérez del Río concluye que los países más
comunitarios y con menos diferencias económicas entre sus habitantes, aquellos
que dan más importancia al grupo y gozan de mayor movilidad social – entendida
como movimientos individuales o grupales que se producen en el sistema de
clases –, “son a la postre los países más sanos”.
Fuentes: Agencia SINC,
DiCYT
Editado por: Protestante Digital 2013
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