martes, 6 de octubre de 2015

NO PROFANES EL SANTUARIO




“Ni saldrá del santuario, ni profanará el santuario de su Dios; porque la consagración por el aceite de la unción de su Dios está sobre él. Yo Jehová”. Lv. 21:12
El sacerdote en el antiguo pacto debía cuidar mucho la investidura que tenía para no deshonrar a Dios que lo llamó con llamamiento santo. Una de las cualidades del sacerdote era mantener su vida pura y limpia, esto se evidenciaba en el aceite de la unción que llevaba, éste no podía ser aplicado sobre él si es que estaba en desobediencia; el hacerlo implicaba que estaría profanando el santuario de Dios. Y profanar no es otra cosa sino que tratar sin el debido respeto una cosa que se considera sagrada o digna de ser respetada. Si el sacerdote no era digno de tan alto honor era desechado del ministerio, o lo que es peor, si es que entraba al santuario indignamente podía incluso hasta morir.
Pensemos que el Dios del pacto levítico es el mismo del nuevo pacto del cual ahora disfrutamos en la persona de su Hijo Jesucristo. También el Señor nos llamó con un llamamiento santo, como dice la biblia: “quien nos salvó y llamó con llamamiento santo, no conforme a nuestras obras, sino según el propósito suyo y la gracia que nos fue dada en Cristo Jesús antes de los tiempos de los siglos”, (2 Ti. 1:9). Nosotros también frecuentamos el santuario de Dios, no el terrenal como lo tenían los judíos, sino el celestial, es decir tenemos la bendición de entrar a la misma presencia de nuestro Dios, ¡tremendo privilegio!, y quizá muchos no se dan cuenta de esto. El autor de Hebreos es claro cuando dice que nuestra entrada al santuario de Dios es un privilegio del que no gozaban antes los del antiguo pacto cuando dice: “sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles” (He.12:22). Siendo así entonces ¡cómo entonces no debemos cuidar nuestra comunión con Dios! El aceite de la unción, el Espíritu de Dios mora en nosotros y nos da la bendición de acceder al trono de su gracia siempre y cuando llevemos una vida de santidad y obediencia a su Palabra, y esto es necesario saberlo porque solemos descuidar nuestra comunión con Dios y apagar al Espíritu de Dios en nuestras vidas, por eso el apóstol Pablo advierte: “No apaguéis al Espíritu” (1 Ts. 5:19). ¿Será posible que un creyente o una iglesia pueda engañarse a sí misma y creer que vive la vida del Espíritu cuando en realidad está muerta? Pues sí. Vemos el caso de la iglesia de Laodicea, que no podía estar más ciega, el aceite de la unción estaba seco en su corazón, pero ella creía que estaba pletórica de la unción: “Porque tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo” (Ap. 3: 17). ¿Acaso no hay creyentes que creen que son ultra espirituales, juzgan a los demás, y creen que tienen la autoridad para soltar cualquier improperio contra los débiles y carnales creyentes? Se han constituido en maestros y puede que ellos también, consciente o inconscientemente estén cumpliendo la medida de los laodicenses, a quienes el Señor también les dice: “desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo”, a los tales el Señor les recomienda: “Por tanto, yo te aconsejo que de mí compres oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra la vergüenza de tu desnudez; y unge tus ojos con colirio, para que veas” (Ap. 3:18). Vivimos en una época en que la jactancia no sólo se ve en el mundo sino en la iglesia también. ¡Dios nos libre de los ultra espirituales!, no estoy en contra de los espirituales, pero sí de aquellos que perdieron la unción, y están en una terrible ceguera espiritual y pretenden así entrar al santuario de Dios, sin darse cuenta que lo están profanando, ¡Dios nos libre de caer en una situación semejante! No es malo exhortar, no es malo juzgar si lo haces en las condiciones de Dios, no en las tuyas. Jesús era un hombre que tenía, fuerza, poder y unción, pero la biblia dice de Él “que fue varón profeta, poderoso en obra y en palabra delante de Dios y de todo el pueblo” (Lc. 24:19). Muchos son poderosos en palabras, existen excelentes y elocuentes predicadores, pero sus obras, y su testimonio están por los suelos, debemos ser como nuestro Señor y Maestro Jesús quien sí nos dio cátedra de lo que significa tener una vida con unción. Que Dios te ayude a ser semejante a Jesús y no te compares con ningún ser humano falible, porque los hombres fallan, pero Cristo nunca.

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