No
te preocupes por hacerte famoso entre los hombres, preocúpate por hacerte
conocido delante de Dios. Hay muchos que quieren el prestigio humano, pero no
se dan cuenta que están llamados a honrar a Dios. La gloria de los hombres no
es bien vista por el Señor, pues el Señor Jesús decía de ella: “Gloria de los
hombres no recibo”, Jn. 5:41. Ahora también existen aquellos “creyentes” que no
se dan a conocer como tales, porque no quieren ser avergonzados, burlados o
humillados y como decía Jesús “amaban más la gloria de los hombres que la
gloria de Dios”, Jn. 12:43. Hay que tener cuidado con estas cosas, en estos
tiempos en que todo el mundo quiere hacerse notar, motivado más por un amor
propio que por amor a Dios, pues sin darse cuenta puede estar sutilmente
cayendo en las garras del maligno que también te puede dar prestigio, dinero,
aplausos y todo lo que esto conlleva para luego meterte la zancadilla y hacerte
caer y arruinarte moral y espiritualmente. ¡Y cuánto se goza el enemigo cuando
hace caer a un siervo de Dios! Estamos llamados a servir a Dios con humildad,
estamos llamados por Dios para honrarlo a Él, no le robes la gloria al Señor,
aprende de Juan el bautista que decía: “Es necesario que él crezca, pero que yo
mengüe”, Jn. 3:30. Te dije que te preocupes por hacerte conocido delante del
Señor, sí y es menester que estemos seguros que somos sus hijos, que estamos
haciendo su voluntad y que le agradamos. Y no interesa si eres un hombre
destacado y reconocido, o estés trabajando en perfil bajo en un lugar donde
nadie te conoce. Sea que estés arriba o abajo en el peldaño de la fama si eres
conocido por Dios esto es suficiente. Cuando los setenta discípulos de Jesús
regresaban después de haber tenido una campaña victoriosa de evangelismo,
milagros y liberación, ellos se gozaban de tremendas hazañas, pero Jesús les
dijo: “Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino
regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos”, Lc. 10:20. Si
eres conocido por Dios, pues tu nombre está escrito en los cielos, esto es
importante sin dejar de hacer lo otro, pero lo otro no lo haces tú, lo hace el
Señor. Que el Señor te guíe a servirle y cuando veas el reconocimiento, la
fama, los aplausos, que estas cosas no te obnubilen, sino dale toda la gloria
al Señor, si lo haces, Él te honrará: “… porque yo honraré a los que me honran,
y los que me desprecian serán tenidos en poco” 1 S. 2:30.
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