domingo, 14 de junio de 2015

EL PARALÍTICO DE BETESDA (Jn. 5:1-14)



Hay gente que vive resignada a su suerte, la vida la trató tan mal que piensa que no logrará salir de ese estado. Su incapacidad es como la del paralítico, tiene esa parálisis del alma que no le permite salir de su laberinto de problemas y cree que ha sido destinada a ser infeliz. Esto sucede cuando uno realmente no conoce a Dios, te aseguro que si Cristo entra a tu corazón te dará una perspectiva de la vida diferente.
La palabra “Betesda se deriva del arameo, significa “casa de la gracia, misericordia”. Jesús anduvo por el estanque y los enfermos que encontró allí esperaban un milagro.
La fiesta de los judíos no era algo que le interesara a Jesús, su misión era otra: ayudar al que estuviera en necesidad. Subió a Jerusalén, pues consideraba que siempre había la oportunidad de anunciar el reino de Dios o sanar a alguien que estuviera enfermo. Es allí donde Jesús vio a una multitud de enfermos: ciegos, cojos y paralíticos que habían puesto su esperanza en el “movimiento del agua”, pues según la creencia un ángel descendía del cielo y cuando se agitaba el agua el primero que descendía al estanque quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviera. Lamentablemente sólo uno era beneficiado por este “milagro.”
Jesús al avistar a tantos enfermos que pugnaban por buscar su sanidad y que en tropel descendían al estanque podía ver la frustración en muchos de ellos que no lograban su objetivo. Pero sus ojos se posaron en uno de ellos que hacía 38 años estaba enfermo. Eran tantos años que este hombre estaba paralítico que ya había perdido la esperanza de hacer su vida como cualquier persona. Al verlo se compadeció de él, sabía sus infortunios por lograr su sanidad, sabía de sus frustraciones y la resignación, pues tal vez nunca lograría su objetivo. Hay gente que tiene una parálisis mental, hay gente que tiene heridas en el corazón que nos les permite desenvolverse libremente, y no les permite movilizarse en búsqueda de una esperanza, pues perdieron toda ilusión de vivir. Jesús le dijo “¿quieres ser sano?” Esta pregunta en los labios de Jesús significa que sí hay esperanza, no hay parálisis mental o física que sea difícil de sanar para Él.
Aquel paralítico le dio a conocer su imposibilidad de ser sano porque había gente que era más competente, más hábil, más rápida y él no tenía estas cualidades. Según él, ya no había solución. Si crees que la vida no te da las oportunidades de salir adelante, Cristo sí te las da. El mundo es cruel, te maltrata, te humilla, te desalienta, pero Cristo es diferente. Él te da las oportunidades para ser prosperado y bendecido, sólo debes creer y levantarte de tu postración, debes abandonar tu parálisis mental y escuchar cuando te diga: “Levántate, toma tu lecho, y anda.”
Todo aquel que pone su fe y confianza en Jesús no será defraudado. Todo aquel que ve la vida con pesimismo y con un espíritu negativo si se apoya en Jesús empezará  a ver todo diferente. Los paralíticos con Cristo caminan, aquel hombre “tomó su lecho y anduvo”. Es probable que muchos que vieron este milagro quedaron atónitos, porque el más impedido de todos era sanado.
Ahora nunca faltará la gente negativa, que cuando ve un milagro en ti, tratará de minimizar el hecho, deseará que vuelvas a ser el de antes, “que te mantengas en tu lecho”. Son los religiosos que no admiten el poder de Dios, que viven en sus prejuicios doctrinales y en sus mandamientos de hombres que sumen en la impotencia al espíritu, pero tú debes ser fiel al que te llamó, al que te sanó. Jesús no vino a traer una religión, Él vino a enseñarnos su doctrina de libertad, pues dijo: “conoceréis la verdad y la verdad os hará libres” (Jn. 8:32). Tú debes responderle a aquellos que te quieren parametrar y desean que sigas viviendo de acuerdo al mundo que te convierte en un paralítico espiritual: “El que me sanó, él mismo me dijo: Toma tu lecho y anda.”
La gente siempre deseará saber quién es Jesús, pero no obtendrán nada de Él, si no se acercan con fe y humildad. El evangelio de Cristo no es para los arrogantes y soberbios, es para los que son pobres de espíritu, estos son los que experimentarán una completa liberación por parte del Señor, y aunque no puedan tener una conciencia clara de cómo ese Jesús los liberó en el momento, pues en el tiempo lo irán entendiendo si se mantienen en fe.
Jesús nos libera de toda forma de parálisis, como decíamos, que puede ser física o mental. Toda enfermedad es producto del pecado, la recomendación de Jesús al paralítico sano es la misma a nosotros: “Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor”. Si hemos sido liberados y sanados y ahora andamos en los caminos del Señor, procuremos llevar una vida de santidad y obediencia para que no nos venga algo peor. Jesús es el verdadero “Betesda”, el estanque de gracia y misericordia que quiere sanar a todo aquél que se acerca a Él, con humildad y fe. Acércate a Él con confianza y recibe el milagro que te libere completamente.



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