Hay gente que vive resignada a su suerte, la
vida la trató tan mal que piensa que no logrará salir de ese estado. Su
incapacidad es como la del paralítico, tiene esa parálisis del alma que no le
permite salir de su laberinto de problemas y cree que ha sido destinada a
ser infeliz. Esto sucede cuando uno realmente no conoce a Dios, te aseguro
que si Cristo entra a tu corazón te dará una perspectiva de la vida diferente.
La palabra “Betesda” se deriva del arameo, significa “casa de la gracia,
misericordia”. Jesús anduvo por el estanque y los enfermos que encontró allí
esperaban un milagro.
La fiesta de los judíos no era algo que le
interesara a Jesús, su misión era otra: ayudar al que estuviera en necesidad.
Subió a Jerusalén, pues consideraba que siempre había la oportunidad de
anunciar el reino de Dios o sanar a alguien que estuviera enfermo. Es allí
donde Jesús vio a una multitud de enfermos: ciegos, cojos y paralíticos que
habían puesto su esperanza en el “movimiento del agua”, pues según la creencia
un ángel descendía del cielo y cuando se agitaba el agua el primero que
descendía al estanque quedaba sano de cualquier enfermedad que tuviera.
Lamentablemente sólo uno era beneficiado por este “milagro.”
Jesús al avistar a tantos enfermos que
pugnaban por buscar su sanidad y que en tropel descendían al estanque podía ver
la frustración en muchos de ellos que no lograban su objetivo. Pero sus ojos se
posaron en uno de ellos que hacía 38 años estaba enfermo. Eran tantos años que
este hombre estaba paralítico que ya había perdido la esperanza de hacer su vida
como cualquier persona. Al verlo se compadeció de él, sabía sus infortunios por
lograr su sanidad, sabía de sus frustraciones y la resignación, pues tal vez
nunca lograría su objetivo. Hay gente que tiene una parálisis mental, hay gente
que tiene heridas en el corazón que nos les permite desenvolverse libremente, y
no les permite movilizarse en búsqueda de una esperanza, pues perdieron toda
ilusión de vivir. Jesús le dijo “¿quieres ser sano?” Esta pregunta en los
labios de Jesús significa que sí hay esperanza, no hay parálisis mental o
física que sea difícil de sanar para Él.
Aquel paralítico le dio a conocer su imposibilidad
de ser sano porque había gente que era más competente, más hábil, más rápida y
él no tenía estas cualidades. Según él, ya no había solución. Si crees que la
vida no te da las oportunidades de salir adelante, Cristo sí te las da. El
mundo es cruel, te maltrata, te humilla, te desalienta, pero Cristo es
diferente. Él te da las oportunidades para ser prosperado y bendecido, sólo
debes creer y levantarte de tu postración, debes abandonar tu parálisis mental
y escuchar cuando te diga: “Levántate, toma tu lecho, y anda.”
Todo aquel que pone su fe y confianza en Jesús
no será defraudado. Todo aquel que ve la vida con pesimismo y con un espíritu
negativo si se apoya en Jesús empezará a
ver todo diferente. Los paralíticos con Cristo caminan, aquel hombre “tomó su
lecho y anduvo”. Es probable que muchos que vieron este milagro quedaron atónitos,
porque el más impedido de todos era sanado.
Ahora nunca faltará la gente negativa, que
cuando ve un milagro en ti, tratará de minimizar el hecho, deseará que vuelvas
a ser el de antes, “que te mantengas en tu lecho”. Son los religiosos que no
admiten el poder de Dios, que viven en sus prejuicios doctrinales y en sus
mandamientos de hombres que sumen en la impotencia al espíritu, pero tú debes
ser fiel al que te llamó, al que te sanó. Jesús no vino a traer una religión, Él
vino a enseñarnos su doctrina de libertad, pues dijo: “conoceréis la verdad y
la verdad os hará libres” (Jn. 8:32). Tú debes responderle a aquellos que te
quieren parametrar y desean que sigas viviendo de acuerdo al mundo que te
convierte en un paralítico espiritual: “El que me sanó, él mismo me dijo: Toma
tu lecho y anda.”
La gente siempre deseará saber quién es
Jesús, pero no obtendrán nada de Él, si no se acercan con fe y humildad. El
evangelio de Cristo no es para los arrogantes y soberbios, es para los que son
pobres de espíritu, estos son los que experimentarán una completa liberación
por parte del Señor, y aunque no puedan tener una conciencia clara de cómo ese
Jesús los liberó en el momento, pues en el tiempo lo irán entendiendo si se mantienen
en fe.
Jesús nos libera de toda forma de parálisis,
como decíamos, que puede ser física o mental. Toda enfermedad es producto del
pecado, la recomendación de Jesús al paralítico sano es la misma a nosotros:
“Mira, has sido sanado; no peques más, para que no te venga alguna cosa peor”.
Si hemos sido liberados y sanados y ahora andamos en los caminos del Señor,
procuremos llevar una vida de santidad y obediencia para que no nos venga algo
peor. Jesús es el verdadero “Betesda”, el estanque de gracia y misericordia que
quiere sanar a todo aquél que se acerca a Él, con humildad y fe. Acércate a Él
con confianza y recibe el milagro que te libere completamente.
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