Una decisión como define un diccionario es una resolución o determinación
acerca de algo dudoso. Tenemos que tomar decisiones en la vida, sin ellas no
podríamos lograr las metas que nos hemos trazado. Terminando el colegio
secundario, por ejemplo, los jóvenes deben decidir qué carrera estudiarán en la
universidad. La nueva familia que vive en un cuarto alquilado, incómodo y
pequeño debe tomar la decisión de adquirir la casa propia. El joven soltero que
ve que pasan los años y está cansado de llevar una vida bohemia sin sentido,
toma la decisión de buscar a la persona con la cual casarse y compartir el
resto de su vida. El que piensa que las mejores oportunidades de hacer riqueza
se encuentran fuera de su país pues toma la decisión de viajar a otros lugares
donde cree le irá mejor. Sin embargo, no
todas las decisiones traerán alegría a nuestro corazón, habrá aquéllas que nos
lastimarán y dejarán huella, pero creemos necesario tomarlas. Como aquél que
descubre la infidelidad conyugal y tras haber reflexionado bien el asunto
decide separarse definitivamente, o aquel otro que está desempleado y se le
presenta un negocio ilícito del cual puede obtener buenas ganancias y decide
tomarlo, o los médicos que ven un embarazo complicado en el cual corren riesgo
los dos, madre e hijo, pero sólo hay que
salvar a uno de ellos, consultan con la madre y ésta decide que se salve al
niño. La vida es un escenario de decisiones buenas o malas, pero ¿cómo saber
cuál es buena y cuál es mala? No tenemos la capacidad de saber el futuro, este
es sólo facultad de Dios. Él, sí puede saber si lo que has decidido tendrá buen
fin o no. Creo que la mejor decisión que puede tomar el ser humano sobre la
tierra es cuando abre su corazón a Cristo y permite que sea su Señor y
Salvador, y digo esto porque al hacerlo Dios te perdona tus pecados, te libra
de la condenación y adquieres la vida eterna, y todo esto porque decidiste
creer en Jesús. Claro, somos muchos los que decidimos llevar antes una vida sin
Dios, porque pensamos que no lo necesitamos, y así hemos endiosado al dinero y
probablemente nos fue bien con él y logramos conseguir los antojos de nuestro
corazón. Pero la suerte no les acompaña a todos siempre, muchos quebraron, se
enfermaron, se accidentaron, perdieron a sus familias, se hundieron en las
drogas y el alcohol, y en medio de su quiebra moral, espiritual y financiera
descubrieron que no fue acertada esa decisión. Recién cuando buscaron a Dios se
dieron cuenta que actuaron locamente, pero esta nueva decisión de seguir a Dios
los ha llevado a reconstruir sus vidas, a salir adelante y prosperar. Te digo
que la mejor decisión es cuando en algún momento de tu vida se te aparece la
oportunidad de encontrarte con Dios, o mejor dicho Él, se encuentra contigo y
te expone las ventajas de seguirlo. Descubrirás al final del atolladero en que
estás metido y del cual no puedes salir, que te engañaron cuando te dijeron que
sin Dios serías realmente feliz, y que tú eres el dueño de tu destino. Y es
verdad, eres dueño de tu destino, pero de un destino de miseria espiritual y de
alejamiento de Dios que puede ser permanente y eterno si decides partir de este
mundo sin reconciliarte con Él. Jesús dio: “Porque ¿qué aprovechará al hombre,
si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre
por su alma?” (Mt. 16:26). Puedes vivir en medio de la opulencia, puedes
gozarte de tenerlo todo, pero no lo disfrutarás siempre, porque Dios te puede
decir: “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de
quién será?” (Lc. 12:20). ¿Qué tal si esta noche viene a hacerlo? ¿Qué harás si partes de este mundo
sin haber decidido reconciliarte con Dios y ser salvo? Te repito la mejor
decisión que el hombre puede tomar en la vida es aceptar a Jesús en el corazón,
podrás partir esta noche o cualquiera de estas noches o tal vez en un futuro
lejano a su Presencia, pero te irás con la seguridad de tu salvación, porque
como dice la biblia: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están
en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu”
(Ro. 8:1). Hazlo ahora antes que sea demasiado tarde. Tú decides si quieres
irte al cielo con Dios o a un destino de perdición. Busca a Dios.
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