La vida no
es un camino fácil. Todos, en algún momento, hemos experimentado pérdidas,
decepciones, traiciones, enfermedades, fracasos o sueños rotos. A veces, el
dolor parece más fuerte que la esperanza. Las lágrimas brotan solas y la
tentación de rendirse se asoma como una opción “lógica”. Pero, aunque nuestras
fuerzas parezcan agotarse, rendirse nunca será la salida… sobre todo cuando
sabemos que no estamos solos.
Dios está de
nuestro lado. Esa verdad lo cambia todo. La Biblia nos recuerda en Romanos
8:31: "Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?" Esta
no es una frase motivacional vacía; es una promesa poderosa. El Creador del
universo está comprometido con nuestra causa, camina con nosotros en medio del
valle más oscuro y, aun cuando todos nos hayan abandonado, Él permanece fiel.
Rendirse es
negarse la posibilidad del milagro. Es decirle a Dios: “Ya no creo que puedas
hacer algo con esto”. Pero la fe no se alimenta de las circunstancias; se
alimenta de la confianza en que Dios puede obrar incluso en medio del caos.
David no se rindió ante Goliat, José no se rindió en la cárcel, Job no se
rindió en medio de la aflicción, Jesús no se rindió en la cruz… y tú tampoco
deberías rendirte ahora.
Cada
cicatriz que llevas es una señal de que luchaste, y aún estás aquí. Y si aún
estás aquí, es porque Dios aún no ha terminado contigo. Tus lágrimas no son en
vano; cada una de ellas es recogida por el Señor (Salmo 56:8). Cada experiencia
amarga puede convertirse, en las manos de Dios, en un testimonio poderoso.
Rendirse es
dejar que el enemigo gane. Pero seguir luchando, aun con las rodillas
temblorosas y el corazón herido, es una declaración de fe. Es gritarle al mundo
y al cielo: "Creo que Dios puede levantarme otra vez." Porque
lo hará. Él da fuerzas al cansado y multiplica las fuerzas al que no tiene
ninguna (Isaías 40:29).
No te
rindas. Aunque estés cansado. Aunque otros no crean en ti. Aunque te sientas
solo. Porque Dios nunca se rinde contigo, y eso ya es razón suficiente para
seguir adelante. Hoy puede ser oscuro, pero con Dios, el amanecer siempre llega.
La victoria no siempre viene cuando la esperamos, pero sí cuando confiamos.
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