La
oración más allá de nuestros deseos. Orar es una de las bendiciones más
profundas que tenemos como hijos de Dios. Es el puente directo entre nuestra
alma y el Creador. Pero, ¿qué sucede cuando pedimos algo con fervor, sabiendo
que Dios puede hacerlo… y aún así no lo hace?
Dios
puede… pero ¿quiere? Dios es Todopoderoso. No hay nada imposible para Él
(Jeremías 32:17). Sin embargo, Su voluntad no siempre coincide con nuestros
deseos. A veces, oramos por sanidad, puertas abiertas, restauración o milagros,
y aunque Él puede actuar, elige no hacerlo en ese momento, o de otra manera.
Jesús
mismo vivió esta experiencia. En Getsemaní, clamó: "Padre mío, si es
posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú"
(Mateo 26:39).
Aquí
vemos que hasta el mismo Hijo pidió algo que el Padre no quiso conceder. ¿Por
qué? Porque había un propósito más alto: la redención de la humanidad.
La
voluntad de Dios es buena, aunque no siempre fácil. A veces confundimos fe con
exigirle a Dios que haga lo que queremos. Pero la verdadera fe confía, incluso
cuando la respuesta es “no” o “espera”.
Como
dice 1 Juan 5:14: “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos
alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye.”
La
clave no está solo en pedir, sino en alinear nuestro corazón con la voluntad de
Dios. ¿Y si tiene un plan mejor? Romanos 8:28 nos recuerda: "Y sabemos que
a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien..."
Incluso
aquellas oraciones no respondidas como esperábamos, pueden estar guiándonos a
algo mejor, más sabio, más eterno.
Entonces
no se trata de convencer a Dios, sino de conocerlo. No es manipular el cielo,
sino rendirse al Rey. La oración no cambia a Dios, nos cambia a nosotros.
Cuando
ores, hazlo con fe… pero también con humildad. Cree que Él puede, pero acepta
si Él no quiere. Porque incluso en su silencio, Dios sigue siendo bueno.
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