"En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así
no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y
si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para
que donde yo estoy, vosotros también estéis." Juan 14:2-3
La
iglesia de Cristo mantiene la esperanza del pronto retorno de su Salvador.
Creemos que Jesús viene a llevarse a su iglesia en lo que denominamos la
doctrina del rapto. La verdad no escucho a muchos predicadores hablar sobre
este tema, ando escuchando mucho sobre prosperidad, riqueza, sanidades, guerra
espiritual, congresos y encuentros de éxito, pero al final todos quieren ser
triunfadores aquí en la tierra, pero son pocos los que apuntan al cielo que es
el lugar donde pasaremos la eternidad. Parece que a estos señores no les gusta
ser eternos sino temporales, quieren vivir bien aquí en la tierra, tener todas
las comodidades y riquezas posibles con el autoengaño de que también disfrutarán
de riquezas allá en el cielo. Jesús dijo: “No os hagáis tesoros en la tierra,
donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan”, Mt.
6:19. Al parecer nuestro Señor no se afanaba por tener una vida de lujo y
comodidades, no andaba en búsqueda de mansiones y buenas cuentas de ahorro, ni
tampoco preocupado en sacarle el último centavo a sus seguidores. Él no cobró
por hacer un milagro, ni por sus grandes discursos como el del Sermón del
Monte, no, nuestro Salvador se cuidaba de todo esto. Su gran misión no fue
llenarse los bolsillos de dinero, sino de llegar a la cruz para lograr tu
salvación y la mía, y ¡claro que lo hizo! Se humilló hasta lo sumo y ahora es
exaltado hasta lo sumo. De Él se dice: “El Cordero que fue inmolado es digno de
tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y
la alabanza”, Ap. 5:12. Nosotros que somos sus discípulos debemos imitar su
ejemplo, más importante que hacer riquezas aquí en la tierra es hacer su
voluntad que es agradable y perfecta. Debes vivir como desprendido de todo lo
que tienes aquí en la tierra, debes decir como decía el salmista, “¿A quién
tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera
de ti nada deseo en la tierra” Sal. 73:25. Si tu interés por tu Señor rebasa
cualquier otro interés terrenal entonces tu esperanza de su pronto retorno se
mantendrá incólume, no permitas que nadie te robe esta gloria, no dejes que
nadie te quite la mirada que debes poner siempre en tu Salvador para dedicarte
a asuntos domésticos. No seas como el siervo infiel de quien se dice: “Mi señor
tarda en venir; y comenzare a golpear a los criados y a las criadas, y a comer
y beber y embriagarse”, Lc. 12:45. Un creyente así es obvio que se desalentó
hace tiempo y empieza a cambiar de actitud y muestra evidencia de un mal testimonio peleándose con
sus semejantes y hasta con sus hermanos en la fe. Recuerda que tienes que ser
fiel hasta la muerte y cada día alimentar la esperanza de su pronto retorno y
es el mismo Espíritu quien te ayudará en esto: “Pues nosotros por el Espíritu
aguardamos por fe la esperanza de la justicia”, Gá 5:5. No seamos como las
vírgenes insensatas que tenían sus vasijas vacías de aceite, sino como las
sabias que tenían aceite en sus lámparas y tenían reserva también. La llenura
del Espíritu Santo es nuestro gran desafío, procura ser lleno de su poder antes
que llenarte de riquezas materiales, porque el Señor dijo: “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare
todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su
alma?” Mt. 16:26. Entonces mi querido hermano, procura mantenerte firme y fiel
a tu Salvador haciendo cada día su voluntad, y estar preparado para cuando él
venga, porque sólo los que están preparados se irán con Él: “Pero mientras
ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban preparadas entraron con
él a las bodas; y se cerró la puerta”, Mt. 25:10.
No hay comentarios:
Publicar un comentario