viernes, 6 de junio de 2014

FABRICA DE CREYENTES



El pastor Antonio Ruiz se disponía a hacer una visita, decidió llamar a Lucas su inseparable compañero de milicia, era su asistente y cada vez que salía a hacer una visita, especialmente cuando era una persona a quien debía evangelizar, solicitaba la ayuda de Lucas Pérez. Este fiel hermano tenía una pasión por las almas perdidas, no dejaba escapar la oportunidad de compartir el evangelio a cualquier persona que se le cruzara en el camino, y también era un complemento para el pastor Antonio quien tenía un conocimiento profundo de las Escrituras. Ambos cuando salían a las calles, a los hospitales, a las cárceles o hacían visita a los hogares eran usados poderosamente por el Señor.
- Pastor Antonio, -dijo Lucas- ¿a quién visitaremos?
- Lucas, esta vez nos toca visitar a un industrial, es jefe de la fábrica de plásticos que está en la Av. Argentina, así que prepara tus mejores pasajes bíblicos, porque este señor está muy interesado en conocer de la Palabra de Dios.
Lucas, cual soldado que recibe órdenes, inmediatamente sacó su biblia y empezó a seleccionar los pasajes que ha usado para compartir con la gente, colocando un pedazo de papel en cada pasaje para tenerlos listos para cuando llegara el momento indicado.
- Dígame pastor, ¿el hombre sabe algo de las Escrituras?
- Supongo que sí. Parece que ha estado visitando varias iglesias, pero al parecer ninguna le convenció, entonces nosotros tenemos que ir preparados porque, aunque entiende de biblia, aún no ha tomado su decisión por Cristo. Oremos para que sí lo haga hoy.
En ese momento se arrodillaron y clamaron a Dios a fin de que se les abra las puertas, sobre todo el corazón de la persona a quien visitarían, estuvieron como media hora implorando la gracia y el poder de Dios. Inmediatamente se dispusieron a salir.
Tomaron un taxi que se dirigió raudamente por la Av. Alfonso Ugarte, luego llegaron con dificultad a la plaza Unión, se quedaron como quince minutos varados por lo intenso del tráfico, una vez que lograron salir de ese atolladero se encaminaron por la Av. Argentina hacia la fábrica de don Lucio Gómez. Cuando llegaron fueron impedidos de entrar por el servicio de seguridad que no los quería dejar entrar porque no los vieron con la pinta de ser comerciantes, pues apenas uno de los vigilantes avistó la biblia de Lucas, inmediatamente reaccionó:
- ¿Ustedes son cristianos? –preguntó el vigilante un tanto molesto.
- Sí –respondió rápidamente Lucas-, Dios te bendiga, hemos venido a visitar al señor Gómez para compartirle la palabra de Dios. Él, nos está esperando.
El vigilante puso un gesto de extrañeza, y le dijo a su supervisor:
- Pedro, ven acá un momento.
Pedro se acercó, y quitándole el broche a su revolver, por una cuestión de precaución, preguntó:
- ¿Se les ofrece algo señores?
- Sí, -respondió el pastor Antonio- lo que pasa es que el señor Gómez nos citó hoy día para conversar con él. Nos dijo que vengamos a las nueve de la mañana, y aunque estamos atrasados unos quince minutos por el tráfico, pero estamos aquí para reunirnos con él.
- No tengo ninguna visita de nadie para estas horas –decía el supervisor, mirando su agenda- y les agradeceré que se retiren porque estamos ocupados en estos momentos. Por otro lado, el señor Gómez no se encuentra y de seguro que vendrá tarde, porque tiene una diligencia que hacer.
Era algo extraño, el pastor Gómez había hablado con él la noche anterior en la iglesia donde justamente lo conoció y le había dicho que se presente temprano para charlar sobre la biblia. El supervisor se puso en la entrada de la puerta para no dejarlos avanzar y cuando se disponía a cerrarla, llega Gómez en su auto.
El supervisor ordenó que se abra la puerta inmediatamente, pidió a los visitantes que se hagan a un lado en forma brusca y el portón de acceso se abrió de par en par. Cuando Gómez vio al pastor Antonio lo reconoció inmediatamente y frenó su auto, bajo la ventanilla y le dijo:
- ¡Pastor! –dijo con alegría- que gusto verlo. ¿Se acordó de la visita? Qué bueno, la verdad que yo me había olvidado. Suba a mi auto iremos a la oficina. El pastor también, junto con Lucas estaban sorprendidos, pero más sorprendidos estaban el vigilante y su supervisor.
Cuando llegaron a la oficina, Gómez les hizo pasar, ordenó a su secretaria preparar un desayuno, el cual recibieron gustosamente.
- Me alegra de que esté aquí pastor. Quiero decirle que es usted el primer pastor que me visita, siempre los invito, pero nunca vienen. Antonio mira a Lucas pues sabían por qué no llegaban los pastores a la oficina de Gómez.
- Usted tiene una buena seguridad señor Gómez –dijo Lucas.
- Sí, no me quejo, aunque a veces me parece que son un poco exagerados en el cuidado, pero es bueno, pues me informan de todo lo que pasa.
Antonio pensaba: “No creo que sea todo”.
- Bueno pastor, aquí estoy, soy todo suyo. ¿Qué me puede decir sobre Dios?
Lucas miraba al pastor como esperando una orden suya para empezar a evangelizarlo, pero al parecer el pastor deseaba abordarlo de otro modo.
- ¿Qué le puedo decir, señor Gómez? Usted es un hombre que conoce varias iglesias, de seguro que ha escuchado a varios pastores hablar sobre Dios.
- Eso es cierto. Sin embargo, siempre es bueno oír algo nuevo, ¿no lo cree?
- Claro, pero dígame, ¿qué opina usted sobre Dios? Me gustaría saber primero su respuesta.
- Mire pastor, tengo mis propias ideas y creencias acerca de Dios. Sé que es el Creador del universo y de toda alma viviente, he leído la biblia dos veces. He escuchado varios sermones, participé de algunos estudios bíblicos en seminarios y cosas así, y puedo decirle que efectivamente Dios es el ser supremo, no hay nadie más grande que Él.
- ¡Qué bueno, me da gusto oír eso!
- Sin embargo, hay algo que me inquieta. Usted sabe que soy un empresario, me gustan los negocios, y siempre he pensado que la vida es un negocio, y perdóneme que le diga esto, pero creo que la iglesia también es un negocio, ¡no me lo va a negar pastor!
- No lo veo tanto como un negocio, desde un esquema tal vez como el que usted piensa…
- Claro, interrumpió Gómez- pero en realidad lo es, porque muchos pastores lucran y viven bien, y tienen casas y carros y viajan y tienen grandes fortunas. Óigame no le voy a decir nombres, hay que ser ciego para no darse cuenta de esto.
- No lo niego don Gómez, lamentablemente existe en este valle de sombra y de muerte de todo, sin embargo, debo agradecer a Dios que no soy así, porque no soy rico, ni nada de lo que usted ha dicho. Ahora permítame decirle algo, usted es un empresario y veo que tiene mucho éxito, pero le hago una pregunta, ¿cuál es la razón de tener una empresa como ésta?
- Yo creé esta empresa para poder proveer de productos al mercado y mi razón es ésa, de llenar  mis productos por todo el Perú. Nosotros hacemos biberones, chupetes, botellas, cepillos de dientes, envases, etc. Ahora bien, como le dije la iglesia es una entidad lucrativa, pero ¿qué fabrican?
- Bueno, si tuviéramos que hablarlo en términos empresariales pues somos una fábrica de creyentes.
-¿Cómo es eso, explíqueme?
- Claro, tenemos a Dios que viene a ser el presidente de nuestra empresa, y nosotros los pastores somos sus gerentes comerciales, hagamos de cuenta que estamos hablando en los términos que usted conoce. Ahora, ¿qué fabricamos?  Pues fabricamos creyentes, ¿de qué manera? Muchas de las personas que llegan de las calles, son hombres y mujeres de hogares destruidos, personas con el vicio del alcohol, drogas, mujeres prostitutas; niños y jóvenes de hogares disfuncionales, pervertidos, desviados sexuales, criminales, delincuentes. Es decir, llegan, según el decir de la gente, los parias de la sociedad, y muchos de ellos se han convertido a Cristo y ahora son creyentes.
- Es cierto – interrumpió Lucas.
- Señor Gómez,  -continuó el pastor Antonio- mi hermano Lucas, era un hombre que lo encontramos en una cloaca, vivía esclavo de las drogas, y tenía su hogar destruido. Nadie daba un sol por él, su misma familia lo botó de casa y vivió cinco años en la calle, comiendo basura, alcohol y drogas. Ningún centro siquiátrico ni de rehabilitación  lo quiso tener. ¿Sabe quién lo sacó de ese submundo en el cual vivía?... Cristo.
Gómez estaba sorprendido de escuchar eso, y Lucas mientras oía a su pastor echaba algunas lágrimas que corrían por su rostro.
- Sí, nosotros fabricamos creyentes. Y déjeme decirle algo más señor Gómez, nuestro empresario que es Cristo, nos dice que esas almas se van a la eternidad. Usted cree que sus productos durarán por toda la eternidad.
- No lo creo, aunque sé que el plástico se recicla, pero si le dan otro uso que el que le doy yo, eso no me importa.
- Pero en la fábrica de creyentes trabajamos con seres humanos,  y esas almas van al cielo donde estarán con Cristo eternamente y para siempre. Jesús dijo: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida”, (Jn. 5:24). Las personas que son ganadas para Cristo se libran de la condenación eterna, algo importante es que la palabra de Dios no es tóxica, por el contrario hace bien al que la lee. Perdóneme, sé que trabaja con plásticos, pero usted sabe que estos son dañinos. Los plásticos están presentes en platos, suelos, material electrónico y un sinfín de productos, algunos plásticos esconden efectos nocivos que pueden guardar relación con el aumento de partos prematuros, el autismo, diabetes, cáncer, enfermedades alérgicas etc. Desde que se produjo el ‘boom’ del plástico hace 30 años se ha duplicado la cifra de diabéticos, hay aproximadamente  177 millones en todo el mundo.
- ¡No sabía eso pastor! – respondió sorprendido Gómez-, bueno debo hacerle una confesión, yo también soy diabético y debo aplicarme insulina diariamente. Y esa no es vida para mí.
- La fábrica de creyentes no es dañina, por el contrario, le hace el bien a todo el mundo, y nosotros queremos decirle que Cristo lo ama a usted, y desea que usted comparta la vida eterna juntamente con todos los demás que reconocen a Jesús como Señor y Salvador. Y me olvidaba de algo más, le dije que no soy rico, ni me interesa serlo, allá esos señores que lucran con el evangelio, pues ya tienen su recompensa. Sin embargo, nosotros trabajamos en la tierra y acumulamos riquezas pero allá en el cielo, como Jesús dijo: “No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan;”(Mt. 6:19). Nuestra mejor recompensa la recibiremos en el cielo. Entiendo que usted tiene sus riquezas aquí en la tierra, pero ¿de qué le sirve si al final cuando se vaya de este mundo nada se llevará? Jesús dijo: “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mt. 16:26). Acepte a Cristo en su corazón amigo Gómez, Él quiere que usted no se pierda eternamente y para siempre.
Gómez, miraba hacia el suelo, se puso en pie y caminó hacia su pequeña biblioteca, sacó su biblia y con lágrimas en los ojos le dijo al pastor Gómez:
- He hecho mucho daño a la gente. Quiero confesarle que cuando joven violé a dos niñas, yo vivía en ese entonces en la selva de Huánuco, hice mucho dinero pero con el narcotráfico, y participé de muchos otros delitos. Este negocio que tengo es el producto de mis ilícitas acciones, ¿usted cree que Dios me puede perdonar?
- Pienso que sí, señor Gómez -respondió Lucas, mientras miraba al pastor, éste con un gesto le dijo que continuara-, Dios me perdonó a mí, yo vivía una vida de pecado y maldad. Hice mucho mucho daño a mi familia y sé que Dios me perdonó, creo que lo puede hacer con usted también. Si Él, me sacó de mi miseria, lo hará con usted también.
Esa mañana Lucio Gómez se arrodilló junto con el pastor Antonio y Lucas y lloraron delante del Señor. Lucio aceptó a Cristo en su corazón y volvió a nacer. Su vida fue diferente, e hizo algo inusitado, descubrió que la empresa que andaba muy bien no era algo que a Dios le agradaba, así que decidió venderla. Su familia y sus allegados se opusieron, pero finalmente lo hizo, entregó todo el dinero a una entidad cristiana que enviaba misioneros a varios lugares del mundo. Sintió un profundo deseo de servir a Dios. Su esposa se convirtió a Cristo no mucho tiempo después de que él lo hizo, y luego sus hijos.
El pastor Antonio quedó sorprendido al ver el cambio profundo que Dios hizo en la vida de Lucio Gómez, se dio tanto al Señor que sintió el llamado de hacer misiones con su familia. Dios lo llamó a servir en Canadá en una zona donde tenía un hermano que era creyente y estaba de acuerdo en este nuevo proyecto de Lucio. Fundo una congregación muy dinámica y de rápido crecimiento. Llamó al pastor Antonio, quien era su mentor y padre espiritual, y a quien siempre consultaba sobre asuntos ministeriales. Descubrió efectivamente que la fábrica de creyentes era mucho mejor que la que tenía, y que la rentabilidad de ella era por mucho superior a la de los plásticos.
- Pastor Antonio –le decía por teléfono Gómez-, es cierto, nuestras riquezas están arriba en los cielos, pero sabe cada vez descubro más y más que mi mayor riqueza es Cristo mismo, y que tenerlo a Él, lo es todo para mí.
- Me da gusto oír eso Lucio –respondió el pastor- y espero que por encima de cualquier riqueza que tengas sea en la tierra o en el cielo, Cristo esté por encima de todo.


No hay comentarios:

JESÚS NO TENÍA COMODIDADES